El nombre del partido político peruano del futuro será Partido Nacional Ese no es mi problema.
Hubo ocho distritos de Lima donde el porcentaje de ausentismo superó el 20 %. El récord lo obtuvo San Isidro, uno de los distritos más pudientes y con mejores servicios públicos del país, donde no votó el 33% de su electorado. Más o menos 25 mil sanisidrinos que se quedaron en pijama o en buzo, o en ambos dos.
Sumando los que no votaron en todos esos lugares, sitios donde nada urgente falta, sumaron más de 250 mil ciudadanos los que el día de elecciones tuvieron algo mejor que hacer. Esta multitud llenaría cinco conciertos y medio de los que Bad Bunny hará en Lima.
Son los que consideraron que no era importante su participación en una decisión que, si bien tiene poco efecto en vidas bastante cómodas, es determinante para los que no tienen una situación como ellos. Elegir sobre quien gobierna el lugar donde viven no es su problema porque, en efecto, no es su problema. Para todo lo demás existe Mastercard.
Es comprensible, y hasta sensata, la desconfianza hacia a la clase política peruana. Esta se ha ganado a pulso el desprecio de quienes son formalmente sus empleadores, pero suelen acabar siendo sus perjudicados. La corrupción y la incompetencia en la gestión pública tienen un efecto negativo sobre el bien común, tal como nos consta hace varios años, varios mundiales, varios presidentes.
Pero precisamente, la manera más efectiva y posible de sancionar a esta calaña es través del voto. Con media hora de cola y un aspa del bolígrafo se sanciona o se premia a quienes se postulan al servicio público. Así las alternativas se debatan en terrenos de lo lamentable, la responsabilidad de elegir marca la diferencia entre hacer algo o dedicarse al lloriqueo hipócrita. Porque claro, así no hayan votado, luego van a reclamar.