Resulta indignante que el Defensor del Pueblo se pronuncie a favor de un partido vinculado a un asesino. Pero nada nos debe sorprender de Josué Gutiérrez. Desde antes de su inmerecida y vergonzosa designación en el cargo, El Comercio ha publicado una serie de editoriales e informes advirtiendo sobre este sujeto. El titular de la portada de hoy ratifica lo que venimos diciendo.
Gutiérrez considera que la decisión del Poder Judicial de disolver el partido de Antauro Humala es “un abuso” contra sus militantes y anunció que la Defensoría tomaría acciones al respecto. En pocas palabras, Gutiérrez sale en defensa de un tipo que encabezó un intento de golpe de estado contra un gobierno democrático que terminó en la muerte de cuatro policías y nunca se arrepintió, que ha dicho que de llegar al poder fusilaría a expresidentes para “moralizar a la sociedad”, expropiará y nacionalizará “todos los canales de señal abierta” y ha anunciado que no respetará la Constitución ni la independencia de los poderes del Estado.
Hoy en nuestro editorial nos reafirmamos en lo que siempre hemos dicho: Antauro Humala y su partido constituyen una amenaza para la democracia. Admitir su participación sería contribuir a socavar el orden constitucional por dentro. En un Congreso “normal”, lo dicho por Gutiérrez sería suficiente como para que lo manden a su casa. Pero fue este Legislativo, con 88 votos, el que lo puso en el cargo sin mérito alguno.
De compañero de viaje de Alexis Humala en su tour clandestino por Moscú, pasó a ser el sobón oficial de Nadine Heredia y Ollanta Humala hasta terminar como abogado del corrupto y prófugo Vladimir Cerrón. Ya como defensor ha coleccionado un rosario de escándalos: siete allegados ganaron contratos tras visitar su despacho, presentó una demanda de inconstitucionalidad que beneficiaría a su propia hermana, ha defendido públicamente a Nicolás Maduro calificando su régimen de “democrático” y ahora apoya a Antauro.
Gutiérrez guarda silencio sobre temas graves como la delincuencia, la violencia contra la mujer y los ataques a la libertad de expresión. Pero sí abre la boca para defender a un asesino como Antauro Humala. El defensor que debería abogar por derechos fundamentales saca cara por un partido antidemocrático. Su permanencia en el cargo le costará muy caro a la defensoría y al país.