El 27 de septiembre del 2024, este Diario publicó un artículo escrito por Paola Ugaz Cruz titulado “La difamación ya no es un delito en el Perú”. En dicho artículo, Ugaz hace un desarrollo lleno de imprecisiones y mentiras, y busca involucrarnos en una trama en la que no tenemos ninguna relación. Y en esta nota pasamos a relatar los hechos que lo explican.
En primer lugar, Paola Ugaz, a lo largo de todo el artículo mencionado, trata de justificar la forma en la que el sacerdote Jordi Bertomeu les habría contado tanto a ella como a Pedro Salinas detalles sobre las reuniones que sostuvimos por separado con dicho representante de la misión vaticana. Su foco se centra en que Jordi Bertomeu no reveló los nombres, sino que estos se dedujeron por fotos que habrían tomado periodistas en la puerta de la Nunciatura Apostólica. Textualmente dice: “Picados por la curiosidad, luego supimos por compañeros apostados ante la nunciatura quiénes habían hecho tales afirmaciones. Cualquiera que siguió aquellos días las noticias, sabe que todos los días había periodistas apostados por los alrededores de aquella embajada”. Ante esta afirmación, queremos aclarar que:
1. El día que fuimos a la reunión no había ningún periodista a la vista, ni apostado en la puerta ni en los alrededores. Esto lo puede confirmar el padre Jordi Bertomeu, quien se aseguró de ello a la hora de despedirse. También, tal y como se supo posteriormente, a la prensa se le había informado que las audiencias se iniciaban el martes. Nosotros fuimos el lunes, pues la Nunciatura Apostólica, a través de su secretario, nos concedió la cita oficialmente para el lunes. Es poco verosímil pensar que había periodistas con más de 24 horas de antelación.
2. No importa si dieron o no los nombres. Lo importante es que el padre Jordi Bertomeu reveló el contenido de nuestras reuniones confidenciales y, lo que es un agravante, a las dos personas que estaban ahí para declarar. Es decir, eran parte involucrada e interesada en la investigación que la misión venía a realizar. Las consecuencias de violar el secreto profesional han sido nefastas para nosotros, pues se activó una campaña difamatoria en nuestra contra. Un ejemplo de esta es el artículo que estamos contestando.
En segundo lugar, Paola Ugaz afirma que nosotros hemos querido “ensuciar la espléndida labor de la misión especial, y en particular al papa Francisco que la ha enviado”. También dice que “cuestionar la Misión Scicluna-Bertomeu es cuestionar al mismo papa Francisco que los envió para hacer finalmente justicia con las víctimas. Atacarles de la forma en que lo están haciendo es, simplemente, ruin”.
Estas afirmaciones son falsas.
1. Nosotros no hemos queridos ensuciar la misión. Nosotros fuimos por separado, con citas oficiales, a dar nuestro testimonio. La misión tenía toda la potestad de descartarlas. Pero el padre Jordi Bertomeu, con quien sostuvimos cada uno su reunión, no tenía por qué difundirlas.
2. Nosotros, hasta que recibimos el precepto penal que nos amenaza con la pena de excomunión (ámbito religioso) si es que no retiramos la denuncia penal (ámbito civil) contra Jordi Bertomeu por violación del secreto profesional, nunca hicimos mención pública de la denuncia que le interpusimos. Por tanto, no hay ningún sustento en la realidad que justifique que hemos querido “ensuciar” a nadie.
3. La denuncia es a Jordi Bertomeu Farnós de manera específica e individual. No es a la misión ni a monseñor Scicluna. Mucho menos al Papa. Esa es una construcción de Paola Ugaz que busca involucrarnos como parte de su trama en el Caso Sodalicio.
En tercer lugar, a lo largo de todo el artículo, Paola Ugaz mezcla a otras personas y hechos como al abogado Percy García Cavero, a Alejandro Bermúdez y a víctimas del Caso Sodalicio, generando confusión sobre nuestro actuar e intenciones. Ante esto queremos recalcar que ambos solicitamos las reuniones con la Misión Scicluna-Bertomeu por motivaciones personales. No han sido coordinadas con ningún miembro del Sodalicio ni buscaban desmerecer la misión. Al contrario. En ese momento, y hasta hoy, pensamos que nuestros testimonios podrían contribuir a la investigación. No teníamos conocimiento de que la misión venía con una agenda predeterminada. ¿Cómo saberlo? Como dijimos, nosotros pedimos la reunión a la Nunciatura y el secretario, monseñor Rastilav Zummer, nos las concedió telefónicamente.
En todo caso, el meollo de esta controversia con Jordi Bertomeu no es qué es lo que nosotros dijimos en nuestras audiencias, sino el hecho incontrovertible –confirmado por la misma Paola Ugaz– de que él contó lo que se compartió ahí en un ámbito de confidencialidad. A ambos Jordi Bertomeu nos aseguró, antes de escuchar nuestro testimonio, que tan solo el Santo Padre tendría acceso al mismo. Algo que, claramente, no se dio. Por ello, cualquier intento que busque dilucidar nuestras supuestas “intenciones” es solo un artilugio para distraer sobre el punto central: Jordi Bertomeu traicionó el marco de confidencialidad que él mismo aseguró.