NOTA EDITORIAL. La congresista Silvana Robles, de Perú Libre, se comprometió a participar en esta sección, pero al cierre de esta edición, su artículo no había llegado.
La semana pasada, el presidente Pedro Castillo efectuó una serie de cambios en el Gabinete Ministerial entre los que se contaron las salidas de dos ministros sobre los que pesaban varios cuestionamientos, como Guido Bellido e Iber Maraví. Con la llegada del nuevo equipo ministerial liderado por Mirtha Vásquez las críticas no han desaparecido por completo. ¿Debería el Congreso darle la confianza a este Gabinete? Les pedimos su opinión a dos parlamentarios.
El voto de confianza, por José Cueto Aservi
“Este segundo Gabinete pareciera mostrar solo el cambio de posición de jugadores de un mismo equipo”.
Uno de los procedimientos de control político por parte del Congreso de la República es el otorgamiento de la confianza, a través del voto. El reglamento del Congreso, en su artículo 82 –sobre la investidura del Consejo de Ministros–, señala que “dentro de los treinta días naturales de haber asumido sus funciones, el Presidente del Consejo de Ministros debe concurrir ante el Pleno” para “a) Exponer la política general del Gobierno; b) Debatir la política general del Gobierno; y, c) Debatir las principales medidas que requiere su gestión”.
Si bien nuestro sistema político es de tipo presidencialista, lo que le permite al presidente designar a las personas de su entera confianza para asumir la presidencia del Consejo de Ministros y a cada uno de los titulares de cartera de su Gobierno, estos deberían guardar un mínimo de condiciones necesarias. Ser ministro de Estado implica una gran responsabilidad con la sociedad, debido a que las decisiones que se toman impactan directamente en el bienestar de la población en general. En esa línea, no solo es importante que estos tengan un currículum vitae o suficiencia en su experiencia profesional, cuando lo sustancial para formar parte de un Gabinete es contar con la competencia e idoneidad para asumir tan importante compromiso.
Este segundo Gabinete del presidente Pedro Castillo que se presentará ante el Congreso en los próximos días para recibir o no el voto de confianza pareciera mostrar solo el cambio de posición de jugadores de un mismo equipo. Sale un presidente del Consejo de Ministros para reintegrarse al Estado a través del Congreso y entra como ministro del Interior quien habría defendido a grupos y gremios cocaleros que exigen la no erradicación de la hoja de coca, cuando se sabe que el gran porcentaje de esta producción va a parar directamente al narcotráfico, en contraste con el principio que establece el artículo 8 de nuestra Constitución, para asumir una cartera que ve asuntos tan delicados como el orden interno y la seguridad del país; estando inaceptablemente en posición de incumplir siquiera los requisitos que establecería, de ser el caso, el propio Código de Ética de la Función Pública, en relación a la idoneidad, como aptitud técnica, legal y moral, y condición esencial para el acceso y ejercicio de la función pública. El nombramiento del nuevo ministro de Educación, asimismo, genera también dudas por sus supuestos vínculos con grupos ligados al Movadef, tal y como han señalado diversos medios periodísticos.
El presidente de la República es como el capitán de un barco que tiene que abordar como tripulantes solo a personas preparadas para navegar tanto en aguas calmas como tormentosas, y sería tan inaceptable como peligroso que hiciera lo contrario. Si bien en la forma se trata de un voto, lo que se otorga es ‘la confianza’ y esta se da para llevar al barco con conocimiento y en equilibrio, mediante pesos y contrapesos a buen puerto, no para arriesgar a encallar.