Venezuela: cómo, cuándo y qué sigue
Javier González-Olaechea Franco
Me convocan a escribir, preguntándome: ¿hay manera de sacar a Nicolás Maduro del poder?
Ante la gravedad de los hechos de ayer, antes de responder, considero que deben enfrentarse al menos dos retos. Precisemos. Primero, no basta Maduro; deben abandonar el poder y ser aislados de forma infranqueable al menos 20 criminales de la dictadura bolivariana, preferentemente fuera del país. Lo segundo es que debe preverse el peor escenario; esto es, el enfrentamiento inmediato con los comandos chavistas.
Ahora respondo. Confirmando que la democracia raramente alcanza para sacar dictadores del poder, cabe preguntarnos quién puede hacerlo, cómo, cuándo y qué sigue tras su salida.
¿Quién? Los jefes militares que controlan las tropas y tanquetas.
¿Cómo? Como en toda guerra, tras desgastar la moral de la cúpula, gestando un levantamiento militar orquestado por capitanes y comandantes que estén dispuestos a morir, a derrocar y a apresar a la cúpula, tras lo cual la calle debe ser inundada de libertarios de toda condición.
¿Cuándo? En el momento más inesperado; por ejemplo, durante un desfile militar redireccionando las armas de un batallón hacia el estrado principal para amedrentarlos y capturarlos.
¿Qué hacer tras su salida? Siempre tras una dictadura criminal, y mientras no rija plenamente en el país la suspensión de garantías, se debe controlar todo. Después, amnistiar a presos y enjuiciados políticos, y entregar la presidencia al legítimo vencedor.
Aspiro a una o varias “operaciones tenaza”. Hoy revelo tan solo una: deben incentivarse los tres principales miedos que desvelan al cártel gobernante (terminar en la cárcel, perder el dinero robado y que sus parientes sean procesados).
Finalmente, he compartido 57 nombres del régimen de Maduro que mantienen cuentas en el exterior con algunos gobiernos que pueden congelarlas y así obligarlos a negociar su salida en bloque, con destino preferido y protegido: Cuba. Guste o disguste, la ‘realpolitik’ hoy se impone y no abundo por obvias razones.
No será por las buenas
Miguel Ángel Rodriguez Mackay
Como no existe el poder perpetuo, salvo el de Dios, la respuesta es sí.
Pero como Nicolás Maduro jamás lo entregará –ha sido denunciado por lesa humanidad y narcotráfico, y terminará preso o muerto–, entonces, deberán arrancárselo. No será con invasiones –Venezuela, armada hasta los dientes, no es ni por asomo la Panamá de 1989, a la que ingresaron fuerzas estadounidenses para llevarse al narcopresidente Manuel Antonio Noriega–, sino, en cambio, con exclusivos actos endógenos; es decir, desde las propias entrañas de las Fuerzas Armadas, que están hartas de Maduro y de la cúpula militar que lo sostiene en el poder.
Coroneles, comandantes, etc., están listos para voltear la torta y, para ello, se requieren dos condiciones desde el realismo político. Primero, una finísima estrategia exógena para una acción transversal de inteligencia en el frente interno, efectivísima y sin fallas, y para ello Washington (Pentágono y la CIA) y otros países con poder estratégico relevante tienen mucho que aportar, pues las buenas causas jamás serán vistas como conspiraciones, sino como rebeliones, que es distinto.
Segundo, y de manera simultánea, debe haber protestas ciudadanas permanentes en todos los rincones del país, debidamente coordinadas con el mayoritario militarismo democrático que, contagiado del éxtasis social insurgente, decida dar el zarpazo esperado.
Su resultado se verá cuando Maduro, convertido en un completo cobarde, emprenda la huida como Bashar al Assad en Siria, o lo veamos en su mortal ocaso como Muamar Gadafi en Libia, ambos tiranos como él. Aprendí de mis maestros que en diplomacia siempre debe considerarse una ventana abierta, pero Maduro las ha cerrado todas, demostrando que no dejará el poder por las buenas, pues, burlándose y sin escrúpulos, ha tirado al suelo el Acuerdo de Barbados, que fue el último proceso serio para el retorno de la democracia en Venezuela.