Las Fiestas Navideñas suelen ser históricamente (si no, vayamos a los hechos) escenarios de detonación política. Y digo detonación porque vaya que el año ha estado explosivo políticamente. Pero particularmente esta semana. Y no, no estamos viendo un capítulo tragicómico en Netflix; estamos siendo testigos de la inverosímil y decadente política peruana que sobrepasa la ficción y la frescura de quienes creen que la mentira no tiene patas cortas.
La que suscribe odia los clichés, pero, si algo encaja perfecto en el capítulo plástico de la presidenta, es justamente una frase cliché aumentada: “las mentiras y las lealtades en políticas son frágiles”. Sin embargo, estimado lector, use usted la frase o refrán que crea conveniente (la situación lo permite). Yo utilizo esta porque, en la trama, hay un expresidente del Consejo de Ministros otrora escudero y hoy delator, el señor Alberto Otárola, que el martes en la Comisión de Fiscalización del Congreso confirmó lo que todos, sin ser cirujanos, sabemos desde hace varias apariciones públicas y reportajes en donde el “con HD y sin HD” de la presidenta es obvio.
No tengo nada en contra de las cirugías. Por ahí no va la cosa. Sí la tengo en contra del oportunismo y la complicidad de turno para una banalidad que nos dejó sin presidenta antes, durante y después de una rinoplastia.
“Decir la verdad, no es ser desleal” ha dicho en su cuenta de X (antes Twitter) el señor Otárola. Tan leal que no supo contestar qué hacía el mismo cirujano Mario Cabani en su oficina cuando era ministro de Defensa. Lo que nos lleva a hacer muchas más preguntas sobre la relación con un médico al que se acusa incluso de tener injerencia en la designación de cargos públicos y beneficiarse con una autorización para tener un banco de sangre. ¿Otárola ha dicho entonces una verdad a medias o conveniente? El expresidente del Consejo de Ministros sabe bastante bien a qué juega.
Pero el análisis de la cirugía de la presidenta no solo es político; es, sin duda, constitucional: se ha consumado una infracción.
¿Qué dice nuestra Constitución frente a la ausencia de un presidente?
El artículo 115 señala que “por impedimento temporal o permanente del presidente de la República, asume sus funciones el primer vicepresidente. En defecto de este, el segundo vicepresidente. Por impedimento de ambos, el presidente del Congreso. Si el impedimento es permanente, el presidente del Congreso convoca de inmediato a elecciones”.
Este era el camino, no había que inventar una fórmula nueva. Había que respetar la Carta Magna. Pero, por el contrario, la presidenta y sus funcionarios decidieron montar una pantomima completa con agendas falsas, usando redes sociales para hacer mucho más real su existencia y presencia presidencial activa mientras ella disfrutaba su post operatorio y seguía cobrando. Esto ha sido comprobado por la congresista Ruth Luque, a la que Palacio le dijo que no existe ninguna licencia por salud ni descuento por la remuneración y mucho menos actividades que acrediten el ejercicio efectivo del cargo en esos 12 días.
Se ha desbloqueado un nuevo nivel de atrevimiento: gobernar desde el quirófano. Un quirófano que le devolvió juventud y una nueva apariencia a la presidenta porque, si de Netflix se tratara, la nariz de la señora Boluarte seguiría creciendo.
Hemos visto el tráiler, pero se viene la película completa. Es tan solo cuestión de días y ganas de que sus aliados la dejen sola o, mejor dicho, de que decidan cancelar su suscripción a esta película que ya se va convirtiendo en una de terror.