Así como al cocinar no solo se necesita contar con todos los ingredientes, sino también con esa sazón que permita combinar las cantidades apropiadas para que el plato quede exquisito; en economía, la elaboración de un presupuesto público requiere no solo de los ingredientes (es decir, las fuentes de financiamiento), sino también de la sazón (esto es, una ejecución presupuestal eficiente, descentralizada y basada en resultados).
La discusión actual en el Congreso sobre el presupuesto para el próximo año requiere, además, de tres momentos importantes, como en la preparación de un plato: la limpieza de la cocina, la buena calidad y cantidad de los ingredientes, y el calor necesario del horno para la cocción.
El Ejecutivo necesita tener limpia la cocina, lo que quiere decir que la ejecución de la inversión del presupuesto del 2021 debe alcanzar el 100% y el gasto debe ser eficiente: los gobiernos regionales y locales deben usar el dinero asignado para invertir en educación, salud e infraestructura. Vale la pena detenernos aquí para ver cómo va la ejecución presupuestal. Hasta el 30 de agosto, solo se había invertido el 40,2% del total asignado. Nos falta gastar más de S/30 mil millones en proyectos que generen bienestar en nuestras comunidades a nivel nacional. Es cierto que existe autonomía de gasto para los gobiernos regionales y locales, pero también es verdad que existe un amplio espacio para que el viceministerio de Hacienda pueda poner el pie en el acelerador a fin de que los funcionarios del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) monitoreen que la inversión prometida se ejecute y que esta sea de calidad para el ciudadano.
Una vez que se cumpla el primer paso, podemos pasar al segundo: que el presupuesto que se apruebe en el Congreso para el 2022 sea de buena calidad. Esto pasa por: 1) sincerar las cifras de crecimiento estimado de la inversión privada y del PBI, 2) morigerar la senda de expansión de la recaudación (nuestra principal fuente de ingresos), 3) atenuar la demanda de endeudamiento (público y privado), buscando eficiencia en el gasto en las prioridades que definan el Congreso y el Ejecutivo (como salud, educación, infraestructura y atención a las poblaciones vulnerables), y 4) establecer un presupuesto basado en resultados a nivel central y regional/municipal, de manera que el dinero de todos los peruanos se invierta en proyectos que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos. Aquí, sin duda alguna, la experiencia del viceministro de Economía será clave para definir estos resultados esperados comunes a las regiones y adecuados a los niveles de desarrollo de cada una de ellas, de tal manera que los más vulnerables sean los primeros beneficiados.
Finalmente, importa la sazón. Esta estará en manos del ministro de Economía, Pedro Francke, y pasará por entender qué tan bien está nuestro horno hoy. Como sabemos, la clasificadora de riesgo Moody’s acaba de rebajar la clasificación de la emisión de bonos del Perú de A3 a Baa1, debido a “un entorno político continuamente polarizado y fracturado [que] ha aumentado el riesgo político y [que] ha debilitado materialmente la capacidad de formulación de políticas”. Esto significa que el costo de endeudarnos, como país, aumenta y, por ende, debemos ser mucho más cuidadosos para invertir en proyectos que permitan generar riqueza para repagar la deuda y mejorar el bienestar de la población, incrementando la productividad del capital y del trabajo.
Así, para estabilizar la cocción del presupuesto (financiamiento y gasto en políticas públicas), se necesita: 1) estabilidad jurídica para propiciar el desarrollo de los proyectos de inversión privada identificados como prioritarios por este Gobierno (pues, sin inversión privada no hay crecimiento, sin crecimiento no hay recaudación y sin recaudación no hay capacidad de gasto); 2) independencia en la política monetaria a través de la ratificación del presidente del Banco Central de Reserva (BCR) y de la designación de un directorio técnico e independiente; y 3) designación de las principales autoridades en materia económica, idóneas y con una reputación profesional, que envíen una señal positiva a los mercados internacionales (como el superintendente de la SBS, el de la Superintendencia del Mercado de Valores y el de la Sunat).
No olvidemos que el Perú es una economía pequeña. Al 2020, contribuye apenas con el 0,18% del PBI mundial. Así que la manera en la que camine la economía en el resto del mundo nos afectará. Sin embargo, es posible ganar eficiencias a través de la aprobación de un presupuesto para el 2022 basado en resultados, una ejecución eficiente del presupuesto en lo que queda del año a nivel nacional y señales claras para los mercados en el sentido de que se respetará y se promoverá la inversión privada (la fuente generadora de crecimiento económico y empleo, recaudación y capacidad de gasto). Todo esto, por supuesto, en un entorno de reducción de brechas de desigualdad y políticas sectoriales en educación, salud y alimentación inclusivas.