Varias personas, muy preocupadas, me han comentado que no tienen claro su rol frente a la más reciente crisis política. Me refiero a la generada a partir de la lamentable elección de Guido Bellido en la PCM, a los desconcertantes nombramientos en varios ministerios y a las altisonantes demostraciones de poder del señor Cerrón.
Por ejemplo en mi caso, ya no soy congresista y por lo tanto ya no tengo un rol en las conversaciones entre las distintas bancadas para fiscalizar al Ejecutivo y frenar sus excesos y omisiones. Pero creo que cada uno desde su espacio puede sumar a que los mecanismos de defensa de nuestra república se activen. Hay muchos roles, pero me referiré a tres:
El rol principal lo tendrá el Congreso. Felizmente, vengo escuchando decir a congresistas de distintas bancadas que quieren actuar con inteligencia y mesura, sin pisar el palito venenoso que ha colocado el Ejecutivo. Sin abrir prematuramente la puerta de las vacancias, pero siendo implacables para interpelar y censurar a quien corresponda. Porque el Ejecutivo sí puede nombrar personas desconocidas, pero no se puede permitir que posibles delincuentes profundicen la corrupción en el Estado y a incapaces que deshagan lo avanzado.
En segundo lugar, las instituciones democráticas. No están por las puras. Son pilares de defensa y deben mantenerse activas siempre, especialmente en momentos de zozobra. Veo que la Defensoría del Pueblo ya se pronunció solicitando al presidente Castillo que se reevalúen las designaciones ministeriales por las graves investigaciones que pesan sobre algunas. Al mismo tiempo la Contraloría ya ha manifestado que los cargos de confianza tienen requisitos mínimos. Acá deben disponer la ejecución del “control simultáneo” respecto de las designaciones efectuadas, como ya lo ha solicitado un grupo de congresistas. Como estas dos, las otras instituciones nacionales deben permanecer en alerta y activas.
Pero además de ellos, un rol central lo tendrá la ciudadanía. Y acá la clave está en qué tanta madurez demostremos para apuntar a los objetivos comunes. Veo que algunos siguen en formato elecciones. Quedándose en el “te lo dije” o “hubiera sido peor”. Sigamos ese camino de división y los que quieran tomar por asalto el poder verán el terreno más fértil. La calle tiene que estar fuerte y tanto la experiencia como la aritmética nos dejan claro que somos más fuertes cuando somos más. El que divide, solo debilita.
Como ciudadano, yo me ubico en este tercer espacio. Desde la calle cuando sea necesario, y construyendo desde un espacio político, donde pueden confluir ideas republicanas, progresistas y socialdemócratas. Porque nos toca hacer política para defender lo que tenemos y contribuir en mejorarlo.
Hay muchos otros roles importantes en este difícil contexto. El de la prensa crítica, el de los gremios empresariales, el de la academia y muchos más.
Para defender la República, necesitamos un frente diverso, que contenga ciudadanos y políticos de distintas tendencias. Dejando fuera solo a los extremistas de ambos lados, y dejándole claro al presidente que aún está a tiempo de corregir sus errores y construir ese legado de reivindicaciones del que habló en su discurso de 28. Haciéndole entender que solo podrá lograrlo si pone al Perú por delante de su partido y cumple esa oferta de moderación plasmada en el plan bicentenario que le dio una victoria muy ajustada.
Parafraseando el lema de Defensa Civil frente a los desastres naturales, la defensa democrática del país, será una tarea de todos.