El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, suele hacer declaraciones disparatadas, pero la semana pasada tuvo toda la razón cuando dijo ante el presidente estadounidense, Joe Biden, que Washington se olvidó de América Latina en las últimas décadas.
López Obrador dijo ante la prensa en la apertura de la cumbre entre Estados Unidos, Canadá y México el 9 de enero que “es el momento de terminar con ese olvido, con ese abandono, ese desdén hacia América Latina y el Caribe”. Y agregó: “presidente Biden, usted tiene la llave para abrir y mejorar sustancialmente las relaciones entre todos los países del continente americano”.
Efectivamente, Estados Unidos no ha producido una iniciativa de comercio e inversión a nivel continental desde que los gobiernos de izquierda de América del Sur, encabezados por Hugo Chávez, torpedearon el “Área de Libre Comercio de las Américas” del presidente George W. Bush en la Cumbre de las Américas del 2005 en Argentina.
Ante la resistencia de América Latina, las recientes administraciones de Estados Unidos han volteado su atención hacia socios comerciales más pragmáticos en Asia en las últimas dos décadas.
Sin embargo, ahora está circulando en el Senado de Estados Unidos una nueva propuesta de inversión y comercio hemisférico, aunque más gradual que la anterior.
El anteproyecto de ley está siendo presentado como una forma para que las multinacionales estadounidenses puedan reducir su dependencia de China trasladando algunas de sus fábricas del país asiático a Latinoamérica, y de contrarrestar la creciente influencia de China en América Latina.
El anteproyecto del senador republicano de Louisiana Bill Cassidy crearía un camino para que las democracias latinoamericanas que quieran hacerlo se unan al acuerdo de libre comercio entre México, Canadá y Estados Unidos.
El documento también propone crear una autoridad de préstamo de US$40 mil millones y ofrecer exenciones de impuestos por un total de US$5 mil millones a las empresas estadounidenses que deseen traer plantas de China a la región.
En materia migratoria, el proyecto propone dar hasta un millón de visas de siete años de duración a latinoamericanos que quieran trabajar cuidando personas de edad avanzada en Estados Unidos. La cantidad de gente mayor de 65 años en Estados Unidos aumentará de 48 millones en el 2015 a casi 73 millones para el 2030, y hay una enorme escasez de cuidadores de ancianos, dice el documento.
Cuando le pregunté al senador Cassidy en una entrevista si habría voluntad política en Washington para financiar todo esto, me dijo que todas estas propuestas se autofinanciarían revocando la ley que actualmente permite a China exportar más de US$100 mil millones al año a Estados Unidos sin pagar tarifas aduaneras. Bajo las actuales reglas del Servicio de Aduanas de Estados Unidos, los paquetes individuales con un valor inferior a US$800 no pagan impuestos al entrar en Estados Unidos, lo que está beneficiando enormemente a China, me dijo el senador.
En rigor, el proyecto de legislación del senador Cassidy todavía está muy verde. Por lo pronto, necesita tener un copatrocinador en el Partido Demócrata, aunque fuentes legislativas demócratas me dicen que es muy probable que lo tenga pronto.
Y, sin duda, la propuesta de Cassidy provocaría quejas de compañías como Amazon y eBay, que se benefician de la exención aduanera estadounidense de paquetes de hasta US$800 que mandan de China.
Sin embargo, es una buena noticia escuchar que por lo menos hay un principio de interés en el Congreso Estadounidense por expandir el comercio y las inversiones en América Latina.
Quizás el temor a nuevas interrupciones en los suministros de las fábricas chinas, como las que ocurrieron con las máscaras faciales durante la pandemia del COVID-19, y la presencia de China en América Latina empujen a Washington a hacer algo para terminar con el “abandono” al que se refirió el presidente de México.
–Glosado y editado–
© El Nuevo Herald. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC