Pocas cosas tan ingenuas como la expectativa que despiertan las elecciones del 2026. Es como esperar a que el Quijote no sea derrotado por el Caballero de la Blanca Luna o como aguardar a que Ned Stark consiga sobrevivir a la primera temporada de “Juego de tronos”. ‘Wishful thinking’, un conjunto de ideas y convicciones basadas en los deseos, pero reñidas con la realidad. La historia reciente no nos invita a esperar una moderación del electorado. Todos los actores del ‘establishment’ político son tan débiles que predecir algo o es un ejercicio cabalístico o es un acto de desinhibida quiromancia. Quien crea que puede anticiparse, confiadamente, a las fuerzas antagónicas que se van a liberar en el 2026, probablemente no ha estado más que inmerso en una tribu.
El error del ‘establishment’ político es creer que la proscripción –acertada– del partido de Antauro Humala eliminará también su capital político. Sacar a un político de carrera es sencillo en la arena electoral peruana. Lo desafiante es destruir la idea que lo afianzó. Muchos políticos peruanos creen que, al bloquear al radical antisistema, la gente volverá su mirada sobre sus enemigos. Inmersos en su ‘wishful thinking’ creen que pueden disuadir al elector antisistema de abrazar la moderación de su discurso confrontacional en medio de la arremetida del crimen organizado.
Cuando nuestro ‘establishment’ político se empeñó en no adelantar las elecciones en el 2022, prolongó ese ‘wishful thinking’ y se embarcó en el camino que Christopher Booker describió como el “ciclo de la fantasía”, conformado por tres etapas. A pesar de los muertos en las protestas del 2023 y de las condiciones precarias sobre las que se afianzó la gobernabilidad, el ‘establishment’ político quiso convencernos de que estábamos en la “fase del sueño” del ciclo de la fantasía. Nos habíamos librado del golpista Pedro Castillo y había que gobernar con mano dura para recuperar el tiempo perdido. Los ministros ya respondían llamadas y toda la incertidumbre espeluznante cesaría. Pronto descubrimos que librarnos de Castillo no convirtió al Perú en una potencia mundial y que la falsa estabilidad era una mascarada; habíamos entrado en la “fase de la frustración”.
Sucede que por mucho que el ‘wishful thinking’ peruano se empeñe, la realidad siempre terminará por imponerse. Las cifras de aprobación de nuestros políticos cayeron a mínimos históricos en medio de la avanzada del crimen organizado y la extorsión, y estamos camino a lo que Booker describió como la “fase de la pesadilla”. Sin Antauro Humala, las fuerzas antagónicas que han dominado en nuestro elector antisistema encontrarán otro cuerpo que poseer. Cerca de otro aniversario de la muerte de Guy Fawkes, el terrorista que inspiró el cómic “V de Vendetta”, habría que recordar una de sus frases en la adaptación cinematográfica: “Bajo esta máscara hay algo más que carne y hueso; bajo esta máscara hay unos ideales, y los ideales son a prueba de bala”.