En algún tiempo lejano, el horario de medianoche era como un tradicional momento estelar de la televisión peruana. Los personajes exhibían derroches de audacia ante cámaras (en vivo y en directo). Jaime Bayly hizo de la conversación un espectáculo imperdible, Susan León instaló un jacuzzi en un set televisivo y Marisol Aguirre saltaba haciendo ‘culebrones’ en Locademia de TV junto con Sergio Galliani. Eran los programas “picantes” de hace quince o veinte años. Lo más polémico que podíamos ver en esas horas era a un desatado Bayly declarándole su amor a las mexicanas Bibi Gaytán o Thalía. Si comparamos con el “menú” que tenemos hoy sentiremos que esos años fueron tan sanos como una ensalada de fruta sin yogurt. La televisión de señal abierta que podemos ver antes de dormir nos regala auténticas pesadillas sin necesidad de cerrar los ojos.
Cuando muchos sentíamos que la salida de Carlos Carlín de “La noche es mía” era nuestra esperada emancipación del mal gusto televisivo, apareció Carlos Galdós. El ex ‘Polizonte’ es un divertido conductor radial, un celebrado exponente del stand-up comedy y un columnista con momentos de acertada ironía. Pero su versión en la TV es excesiva y hace un par de días superó todos los límites del irrespeto. La invitada de Galdós esa noche fue Mónica Adaro, la ex vedette que le ganó un juicio a Magaly Medina por un ampay dentro del cuarto de un hotel. La degeneración aquí podría resumirse en dos actos. Escena uno: Galdós acariciando una foto de Adaro con ropa de baño que aparecía en pantalla gigante. Escena dos: Adaro siendo “evaluada” en un encendido test para confirmar “si era del cuento (sic.)”. The End (pueden lanzar tomates, si quieren).
Muchos programas nocturnos solo escarban en la olla para encontrar los momentos con más ráting en la semana. Si no soportas “Esto es guerra” o “Combate”, mejor usa el cable por las noches porque en la señal abierta encontrarás lo mismo (y peor). Sin embargo ese no es la principal enfermedad de estas producciones. Preocupa la ligereza y banalidad para exhibir el sexismo con tanta impunidad (como Galdós con las fotos de Adaro). Algún productor dirá que “hay público para esas cosas”. Ante ese tipo de argumentos, solo queda sentir pena. Nada más.
No es chistoso lo que hacen programas como “La noche es mía”. Por hacerse los ‘chongueros’ se pasan de la raya. No son los únicos. ¿Cuántos conductores se burlan de modelos o actrices usando la famosa frase “es una chica Candy”? Los programas de espectáculos han involucionado. Pasamos del ‘bataclanas’ de Magaly al ‘chica Candy’ de Peluchín. Pasamos de Carlín a Galdós. Con la señal abierta es imposible ser optimista. Cada vez estaremos peor.