El hecho de que en la arena política el éxito suela sonreírles a los que mejor mienten no puede ser casualidad. El engaño y el embeleco son con frecuencia las armas favoritas de quienes quieren acceder al poder o permanecer en él, por lo que no cabe extrañarse de que el más hábil con ellas se imponga sobre sus competidores.
Lo que nos interesa destacar en este caso, sin embargo, no es exactamente ese detalle de tan ingrata realidad, sino la circunstancia general de que hablamos de un negocio en el que habitualmente las cosas no son lo que parecen, pues tenemos la impresión de que ese criterio resulta útil para analizar la presentación del premier Bellido ante el Congreso de esta semana.
Es probable, en efecto, que usted, como tantos otros ciudadanos de disposición bucólica, crea que el presidente del Consejo de Ministros compareció el jueves ante la representación nacional para exponer los lineamientos de su, digamos, gestión y buscar el voto de confianza necesario para poder ir adelante con ella. Pero nos tememos que se equivoca. En esta pequeña columna estamos persuadidos de que el verdadero propósito de ese acto político fue otro. A saber, el de hacer una apología del cerronismo. Y a continuación trataremos de explicar por qué.
—Segunda dosis—
Durante los primeros días de la semana, como se sabe, circularon trascendidos sobre inminentes cambios en el gabinete que incluirían al propio Bellido. Las múltiples investigaciones del Ministerio Público que pesaban –y pesan– sobre él y el mensaje de descaro que transmitía –y transmite todavía– la colocación de un individuo que escribió en las redes sociales “Nuestro mejor homenaje a ti Edith Lagos” a la cabeza del equipo ministerial hacían ese cambio más que deseable; pero lo cierto es que al final no se produjo.
Diversas crónicas aparecidas desde entonces han afirmado que el presidente Castillo estaba convencido de la necesidad de hacerlo y que un cargamontón que tuvo entre sus más destacados ejecutores a Vladimir Cerrón y a Verónika Mendoza terminó por asustarlo. Otras versiones postulan que todo habría sido, más bien, una puesta en escena para crear la ilusión de disensos que no existen. La verdad, no obstante, es que las diferencias entre una y otra tesis carecen de relevancia: las dos pintan a un jefe de Estado enredado en un trance penoso. Esto es, sometido a un plan que le dictan desde afuera.
Bellido fue desde el principio un emblema del poder de Cerrón en la actual administración y su permanencia en el puesto después de esta presunta tormenta tiene el efecto de la segunda dosis de una vacuna contra cualquier intento de evitar sus intromisiones en las altas esferas del Ejecutivo. El ramillete de indocumentados y réprobos que ocupan otras carteras también aporta lo suyo en este gesto de desdén hacia el país, pero el premier, sin duda, es la joya de la corona que el patrón del mandatario se ha de andar probando cotidianamente frente al espejo.
Las iniciativas descabelladas sobre las que el presidente del Consejo de ministros peroró por casi tres horas en el hemiciclo –“fortalecimiento” del Banco de la Nación para que haga lo que no le corresponde o elección “descentralizada” de uno de los integrantes del Jurado Nacional de Elecciones– pueden preocupar, pero palidecen frente a la notificación de que quien sigue tomando las decisiones graves en el gobierno es Cerrón. Y por si alguien duda de que lo ocurrido estos últimos días en el Congreso fue esencialmente una exhibición de esa condición de preeminencia, cabe recordar lo que el secretario general de Perú Libre había anticipado sobre la presentación que nos ocupa. “Será la colisión de dos mundos, el criollo y el andino”, escribió en su cuenta de Twitter. Y al iniciar su discurso en quechua, sin darse el trabajo de traducir lo que estaba diciendo, Bellido pareció un solícito operario esmerándose en que la profecía se cumpliera.
Pues bien, es a esa apología del cerronismo a lo que una mayoría parlamentaria le ha dado su respaldo ayer. Se puede entender que, por el afán de sobrevivir a esta batalla para poder librar otras, los representantes de ciertas bancadas que habían manifestado ya su preocupación por la morralla de enfajinados que el profesor Castillo nos ha deparado no votaran en contra del pedido. Pero, vamos, había varias formas de manifestar que no se consideraba a ese equipo de funcionarios digno de confianza sin gastar la tan preciada “bala de plata”. Y no se atrevieron a ensayar ninguna.
—Acción bipolar—
Nos referimos específicamente al partido Acción Popular, que un día se postula como el paladín de la democracia y al siguiente actúa de comparsa del proyecto más autoritario del siglo, y a Alianza Para el Progreso, que, cada vez que puede, refleja en su comportamiento congresal la consistencia señera de su líder a la hora de tomar decisiones políticas de fuste. Con dignas excepciones, los representantes de esas dos organizaciones en el Legislativo se desentendieron de las objeciones que habían planteado antes sobre la composición del gabinete y se llenaron la boca con disquisiciones sobre la “gobernabilidad”… Como si lo que estuviese en cuestión no fuera precisamente la incapacidad moral y técnica de gobernar del ‘casting’ cerronista al que le acaban de brindar su apoyo.
¿Cuál es la parte –nos preguntamos– de la sentencia “nuestro mejor homenaje a ti Edith Lagos” que no les quedó clara?