No hay tregua. Han trascurrido ya los peores primeros 100 días que uno pueda recordar y las crisis autoinfligidas siguen repitiéndose con frecuencia pasmosa y gravedad creciente. Ahora, sectores tan importantes como Educación, Transportes y Comunicaciones, Defensa e Interior están en el ojo de la tormenta y no por culpa ajena.
Lo de Educación es muy grave y fue advertido hace semanas. Mirtha Vásquez no ha querido o no ha podido cambiar a Carlos Gallardo, que tiene una agenda retrógrada en términos de evaluación y meritocracia que ya está poniendo en práctica. También una agenda sindical sectaria orientada a favorecer al Fenatep, el sindicato del presidente. Súmenle las denuncias por haber nombrado a amigas de su hija en grandes cargos en un ministerio que –según me dicen algunas personas que conocen bien el sector– está siendo destripado de sus mejores recursos humanos.
Lo del Ministerio de Transportes y Comunicaciones es criminal por las muertes que pueden causar las concesiones en ampliación de rutas y revisión de papeletas a transportistas informales. Digamos que al ministro la idea no le era ajena, ya que carga con una papeleta de S/4.300 por hacer transporte público de manera ilegal. También es verdad que fue irresponsable que el propio Castillo lo ofreciera en campaña. De este modo, se están destruyendo los primeros pasos de una reforma seria del transporte, vía Sutrán y la ATU. Silva es otro ministro que se hace cómplice de los que quieren evitar el cambio, con lo que afecta directamente a los más pobres.
Un añadido: que a la nueva jefa de la Sutrán la hayan capturado tres veces hurtando en supermercados (¿y cuántas veces no la habrán ampayado?) confirma la extraordinaria habilidad de Silva para escoger a sus equipos.
La tercera crisis llega desde Defensa, a través de la destitución de los comandantes generales del Ejército y la Fuerza Aérea por su decisión de mantener el orden de méritos en los ascensos a generales. El inefable ministro de Defensa ya perdió el cargo y el secretario de Palacio debe irse ya. Pero la mano que movía la cuna era la de un presidente que se metió en tremendo predicamento para favorecer a su paisano de Tacabamba.
En Interior, la salida del parrandero ministro Barranzuela ha sido una noticia muy positiva, pero deja cabos sueltos muy importantes. Para empezar, no sabemos cuál va a ser la política antidrogas de un Gobierno que había empezado a proteger a los campesinos cocaleros que siembran para el narcotráfico, lo que generaría un incremento exponencial de este comercio ilegal. ¿Siguen en ello?
No sabemos tampoco si la resolución suprema que decidió la participación en seguridad ciudadana de las Fuerzas Armadas se mantiene vigente con el nuevo ministro, que se supondría está muy lejano de esa posición. ¿Seguirá el Gobierno con la idea de que los militares salgan a las calles? De no ser el caso: ¿cuál será la política del Gobierno para avanzar en seguridad ciudadana? Es urgente saberlo, dado que su inexistencia es uno de los factores que agravan la situación.
¿Qué tienen en común estas cuatro nuevas crisis? Muy simple: que –por diferentes razones, pero todas bastante evidentes– la responsabilidad de la existencia misma del problema recae en Castillo.
A estas alturas, es obvio que el análisis político no es suficiente para entender por qué el presidente está gobernando de una manera tan irresponsable. Por eso hay que agradecer el aporte que, desde la psicología, hace Jorge Bruce (El síndrome del impostor, “La República”, 8.11.21).
Dice Bruce que las manifestaciones de ese síndrome “consisten en sentir que sus logros son fruto del azar o de alguna injerencia externa”. Que eso los lleva “al temor insidioso de ser descubiertos” y a “una corrosiva desconfianza en las propias capacidades”. Explica que, “como cualquier situación en la vida, el síndrome del impostor no es necesariamente imaginario”. “Es decir que se puede tener el síndrome del impostor […] y serlo”. Concluye, aterrizando en Castillo, que el susodicho nos lo advirtió y no le hicimos caso: “no quería ir a Palacio de Gobierno y prefería quedarse en una casa en Breña. […] No quería ser presidente de la República porque, en su fuero interno, sabía que no estaría a la altura de semejante desafío”.
De ser cierto, ¡vaya problemita en el que nos habríamos metido!
PD: Extractos de una carta urgente de Rubén Vargas al ministro del Interior.
Mi profunda preocupación por el retiro de la seguridad que recibía como consecuencia de las constantes amenazas de muerte por mandos del MPCP-ML, que opera en el Vraem, dado que mantengo una posición firme y pública contra el terrorismo y el tráfico ilícito de drogas. Hay información de la policía especializada y de los órganos de inteligencia sobre diversos documentos y manuscritos terroristas con los que me amenazan de muerte. Recientemente, la terrorista “Vilma”, en un audio, ha vuelto con las amenazas de muerte directas contra mí. Otras personas que también fueron amenazadas por ella han sido recientemente asesinadas. Espero pronta respuesta.