Muchos peruanos criticamos el reciente derrame de petróleo y la manera en que ha tratado la situación la empresa Repsol. Siendo válida la indignación, pensamos que hoy, más que criticar, debemos buscar ayudar a resolver los problemas que esta situación ha creado.
Así, es fundamental que Repsol, en lugar de negar responsabilidades creyendo que así cuida mejor sus intereses, ponga todos sus recursos a luchar contra el daño ecológico. Que sabiendo que su reputación se verá necesariamente afectada, su mejor defensa para disminuir el perjuicio a su marca en el mundo es actuar cuanto antes para limitar el perjuicio que el derrame está causando al medio ambiente. Ya después podrá sustentar sus argumentos.
En el mismo sentido, las autoridades deben entender que más necesario que buscar culpables es utilizar todos sus recursos para evitar que crezca el desastre. Que cada minuto que pasa sin enfrentarlo, mayor es el daño y mayores son las críticas que recibirá por no actuar a tiempo. La población no le va a perdonar su inacción o incapacidad solo porque le asignó la culpa a la petrolera, a la Marina de Guerra, al capitán del barco o a un volcán en el otro lado del mundo.
Y quienes siempre toman posición contra las autoridades, la gran empresa, las multinacionales o los sectores extractivos, deberían pensar que en vez de aprovechar el momento para atacarlas, serían mucho más útiles y reconocidos por la población si organizaran tareas de ayuda efectiva frente al problema. El ejemplo se lo dan esos grupos de jóvenes voluntarios que ya están recogiendo a las aves afectadas y aquellos que se ofrecen para limpiar las playas contaminadas.
Sin duda es conveniente que las buenas empresas exijan a los causantes asumir sus responsabilidades, como lo dicen los comunicados de la Confiep y la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía, entre otros. Pero también es deseable que ayuden, por ejemplo, aportando equipos, maquinarias y tecnología para limpiar la contaminación y para ayudar a los afectados. Como aquellas que, muy discretamente a través de Hombro a Hombro, empezaron a entregar víveres y productos básicos a las familias de las zonas afectadas desde el segundo día del desastre.
¿Se debería, entonces, minimizar la crítica y el castigo a los culpables del ecocidio? De ninguna manera, pues lo ocurrido es gravísimo para la naturaleza, la sociedad y la economía. Pero entendamos que hoy es más urgente salvar la vida del atropellado que criticar al chofer causante. Canalicemos primero nuestra indignación para evitar que crezca el perjuicio del derrame y luego castiguemos con toda severidad a quienes resulten responsables. Que tengan una buena semana.