¿Qué se puede esperar de este 2025 que comienza? Buena parte de la dinámica del año se definirá alrededor de las fechas claves del calendario electoral del 2026. Hacia la segunda semana de abril, la presidenta Dina Boluarte convocaría las elecciones generales del 2026. Abril es un mes clave porque esa convocatoria cerraría la posibilidad de introducir modificaciones a las reglas electorales que puedan regir en las elecciones del 2026; considerando que la segunda legislatura ordinaria del período 2024-2025 comenzaría a inicios de marzo, es poco probable que se aprueben cambios relevantes. En abril sabremos también cuántos partidos quedarán habilitados para participar en las elecciones; a la fecha tenemos 39, con 32 más que están en proceso de inscripción, de los que un tercio podría completar su registro.
Abril es un mes clave también pensando en las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo. Una vez convocadas las elecciones generales, los congresistas pueden considerar que su mandato no podrá ser recortado y llegarían todos hasta julio del 2026. En otras palabras, el escenario de la vacancia de la presidenta Boluarte reduce sustancialmente sus costos para los legisladores. Se trata de un escenario verosímil en tanto la incompetencia e ineficacia para enfrentar los problemas del país se hace cada vez más patente, lo que se expresa en su prácticamente nulo respaldo entre la opinión pública, y en tanto su falta de rumbo e iniciativa hace que el Gobierno se encuentre aislado y no logre satisfacer las expectativas ni de sectores de derecha ni de izquierda. Solo cuenta, hasta el momento, con cierta complacencia del Congreso, pero eso, como estamos viendo, puede cambiar. Si el Ejecutivo no logra dar respuestas mínimamente convincentes ante escándalos de corrupción que apuntan a altos sectores del Gobierno, estará atizando aún más la necesidad del Congreso de desmarcarse del Ejecutivo y la ambición de asumir directamente el gobierno.
Lo que puede detener este escenario es lo imprevisible que es el cálculo de las consecuencias políticas de estas decisiones en un año marcado por cuestiones electorales. Si bien la presidenta Boluarte genera un rechazo prácticamente unánime entre los ciudadanos, también el Congreso. Otro elemento será el uso de mecanismos de patronazgo y clientelismo, y una constante negociación entre el Congreso y el Ejecutivo, con la lógica de asumir beneficios inmediatos sin costos o riesgos aparentes.
Siguiendo con el calendario electoral, hacia junio sabremos si se concretan alianzas electorales que reduzcan un poco el número excesivo de candidaturas, y que busquen aglutinar partidos que tienen pocas perspectivas de sobrevivir si no alcanzan a pasar las vallas electorales. Se trata de un ejercicio tanto de madurez política como de instinto de supervivencia. Pero en un escenario volátil muchos candidatos pueden ceder a la tentación de intentar resultar el “candidato sorpresa”. En medio de la fragmentación, acaso las organizaciones y liderazgos más reconocidos puedan hacerse camino, a pesar de contar con respaldos magros, en medio de un exceso de figuras desconocidas. Las elecciones internas de los partidos se realizarían hacia noviembre, y las listas de candidatos las podríamos saber hacia finales de año.
Del gobierno de Boluarte se acentuará lo que hemos visto hasta el momento: su único norte pareciera ser durar, sobrevivir, sobre la base de maniobras de muy corto plazo.