Vivimos tiempos desconcertantes. La dinámica política ha terminado por imponerse a la situación económica. Al inicio del actual gobierno la combinación de políticas económicas y sociales ineficientes y contradictorias, la incapacidad de gestión y la falta de liderazgo terminó afectando las expectativas de los agentes económicos y se desaprovecharon los primeros años de gestión. Luego, el escenario externo negativo terminó por complicar las cosas y ante la falta de reacción del gobierno nos dejó un 2014 con una tasa de crecimiento mediocre producto de la paralización de las inversiones pública y privada. Ahora entramos en la recta final en un contexto de fuerte conflictividad social en que se evidencia la incapacidad del Ejecutivo para proveer bienes públicos básicos. En medio de esta fragilidad institucional, agudizada por la turbulenta campaña electoral que ya empezó, es fundamental un acuerdo mínimo de las principales fuerzas políticas del país, el partido que está por salir y los partidos con mayor opción de entrar, para evitar seguir socavando el sistema. Este acuerdo político debe materializarse en un apoyo político total al gobierno para imponer el orden y la seguridad y un acuerdo tácito de no hacer populismo en materia económica. El reciente proyecto de ley aprobado por el Congreso, donde se eliminan las contribuciones de salud y pensiones en las gratificaciones de julio y diciembre, es un claro ejemplo de las medidas populistas que pueden darse en los próximos meses. Más que pedir facultades para legislar, deberían buscarse acuerdos políticos.
En este contexto de alta incertidumbre y desánimo es importante reflexionar sobre el largo plazo, tanto por el lado de las posibilidades que tiene el país como los evidentes obstáculos que enfrentamos. Dani Rodrik, profesor de la Universidad de Harvard, nos dice que los países crecen y que con esta palanca empiezan a profundizar sus reformas estructurales que les permiten seguir creciendo. De forma más completa, Samuel Huntington nos habla de cómo el crecimiento económico en Corea del Sur generó un desarrollo social importante (crecimiento de clases medias y organizaciones sociales) que llevó a la democratización del sistema político. En esa misma línea, Francis Fukuyama comenta la experiencia de crecimiento de Estados Unidos, donde el desarrollo de las clases medias impulsa la reforma del clientelismo político que existía en el siglo XIX, lo cual a su vez permite la profesionalización de la burocracia que permitió mantener el crecimiento económico.
Sin embargo, las experiencias de desarrollo de Alemania y Dinamarca son diferentes. En Alemania se da una mejora sustancial de la burocracia, siendo la función pública ejercida por las personas más capacitadas independientemente de su origen. Este sistema meritocrático, instituido en medio de un Estado monárquico, impulsó luego el crecimiento del país. Por otro lado, en Dinamarca el despegue vino por una mejora sustancial en la educación, empezando con la universalización de la educación siglos antes que cualquier otro país de Occidente.
Existen otros países que pese a tener todas las condiciones para crecer no pudieron sobreponerse a sus debilidades estructurales y terminaron estancados en el subdesarrollo. Es el caso de Argentina, que en el siglo XIX, con Australia y Canadá, era proveedor de materias primas con alto ingreso per cápita y altas tasas de crecimiento, pero a inicios del siglo XX tomó rumbos distintos por la crisis de las instituciones políticas.
Francis Bacon decía que debemos obedecer las leyes de las fuerzas que queremos gobernar. Si queremos ser una sociedad próspera y desarrollada, debemos entender los mecanismos y las secuencias que nos llevan a tal situación. El gran error de los economistas “desarrollistas” y de los políticos “activistas” ha sido tratar de copiar las políticas o las características de los países desarrollados sin entender las fuerzas dinámicas del proceso, que dependen además de las condiciones iniciales y del contexto histórico.
Permítame, estimado lector, por razones de espacio, dejar para un próximo artículo una discusión detallada del camino a la prosperidad que podría seguir nuestro país. Sin embargo, quisiera terminar este texto afirmando que existen condiciones exógenas muy positivas para emprender este camino. Pero debemos tener en cuenta que la esencia de las fuerzas dinámicas de la economía radica en el esfuerzo de los individuos y que los principales obstáculos están en la falta de cohesión social. De allí que debamos lograr un difícil equilibrio entre políticas económicas que promuevan competencia entre los agentes económicos y políticas sociales que lleven a la cooperación entre los ciudadanos. Y en este difícil equilibrio, la ruta más rápida a la prosperidad pasa por explotar nuestros recursos naturales.