La sabiduría popular, traducida en los refranes de las abuelas, nunca falla, pero cuando el razonamiento es limitado o desesperado siempre es bueno recordar aquellas frases que se mantienen actuales.
“La mentira tiene patas cortas”: además de ser un pecado para los buenos cristianos, la mentira –más aún, sin estrategia de por medio– suele ser prontamente descubierta. Pero cuando el tramposo se hunde en el pozo de la desesperación, nuevas mentiras se asoman, creando una bola de nieve que tarde o temprano hará más estrepitoso el golpe. Dina Boluarte ha hecho de la mentira su defensa y, como “en boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso”, el 85% de peruanos informados está convencido de que la presidenta busca entorpecer la investigación realizada por la fiscalía (según Ipsos).
“Dime con quién andas y te diré quién eres”: aunque la frase alimenta el prejuicio clasista, no deja de ser cierto que en política hay que cuidarse mucho de las amistades, sobre todo de aquellas que poseen prontuarios. El “wayki” de Boluarte, el gobernador regional de Ayacucho, Wilfredo Oscorima, es sujeto de 12 investigaciones en el Ministerio Público, muchas de ellas por corrupción. Sus antecedentes están plagados de conflictos legales. La preocupación de Dina Boluarte por su apariencia e imagen ha sido bastante selectiva, pues no dudó en afianzar “amistad” con el gobernador ayacuchano y recibir un “préstamo” para lucir su vanidad.
“Entre gitanos no se leen las manos”: la presidenta vendió una historia que el Congreso ha querido comprar, aun sabiendo que está plagada de contradicciones. Las razones oficiales argumentan que es para “mantener la institucionalidad”, pero lo cierto es que las mañas, las negociaciones e intercambios han sido producto de ese pacto tácito para aferrarse al poder, al sueldo y a las impensables gollerías de las que hoy gozan quienes ocupan una curul.
“Quien siembra vientos cosecha tempestades”: la mirada cortoplacista de los políticos, un sector del establishment y las ganas de sobrevivir de la presidenta nos regalan un panorama más incierto que el del 2021, cuando el sindicalista Pedro Castillo llegó a Palacio de Gobierno.
En estos días, el sentido común que regalaban las abuelas escasea en Palacio de Gobierno. Nos han querido dar “gato por liebre”, sin medir las consecuencias del engaño. El famoso ‘Rolexgate’ no solo quedará como recuerdo de la frivolidad instalada en el sillón de Pizarro, sino que marcará con precisión suiza el tiempo que le quede a la presidenta en su administración y la debacle del país hacia el 2026.