¿Para qué sirve una universidad? La pregunta no es tan tonta como suena, lamentablemente. Con frecuencia se critica a las universidades sin entender que la educación y el conocimiento son la base para construir una sociedad completa y competitiva. El contexto mundial, acelerado después de la pandemia, nos está permitiendo ver un mundo realmente globalizado en todos los aspectos. ¿Qué conocimientos necesitaremos para enfrentar las próximas décadas?
La educación a la que aspiramos debe brindar a los estudiantes herramientas para la vida y formar mejores ciudadanos del mundo. Y un desafío central está en desarrollar conocimientos en temas difíciles de ser encasillados en una disciplina. En este nuevo contexto, los límites entre compartimentos estancos que existían entre disciplinas “tradicionales” se hacen cada vez más difusos. Vemos esta nueva realidad en una serie de retos y problemas que golpean al país: las extorsiones, el cambio climático, el desarrollo eficiente de infraestructura estratégica, la crisis del agua, entre otros. Si bien tenemos muy valiosos expertos discutiendo dichos temas, se observa una menor masa crítica en comparación con países vecinos.
Contar con un menor número de expertos en temas novedosos, relevantes y transversales tiene que ver, evidentemente, con la debilidad del sistema universitario peruano, donde solo unas pocas universidades apuestan (o pueden apostar, por sus carencias de recursos) por la contratación de profesores de alto perfil académico. Pero hay otro problema que suma y que queremos resaltar: los moldes disciplinarios que suelen seguir nuestras instituciones al contratar a estos docentes. Y cambiar estos moldes es un reto enorme.
Una organización suele estar marcada por la forma en que ha hecho las cosas desde sus inicios. Marcas de origen, le llaman los sociólogos de las organizaciones a esta forma de hacer las cosas sin cambiar a través del tiempo. Esas marcas serán más estables si han permitido a la organización posicionarse con éxito y avanzar. Sin embargo, las formas y costumbres pueden volverse costosas en entornos cambiantes como el actual.
Un enfoque disciplinario excesivo nos hace menos abiertos a contratar profesores que estén en las fronteras entre dos o más disciplinas, o cuyos conocimientos pueden tener impactos transversales en más de una carrera. Será costoso mantener el modelo de espacios disciplinares aislados cuando el mundo se está moviendo a un modelo de educación donde los programas de pregrado buscan la generación de competencias transversales.
La contratación docente con perfiles transversales, cuyo trabajo permite crear puentes entre disciplinas, es algo que se hace desde hace décadas en las mejores instituciones del mundo. Los perfiles docentes transversales o interdisciplinarios son necesarios para lograr impactos importantes en temas urgentes, aprovechar oportunidades para el desarrollo o para sembrar las semillas de nuevas carreras.
Apostar por generar fortalezas, por ejemplo, en criminología, negocios internacionales, ciencia de datos, manejo de recursos naturales, inteligencia artificial, entre otros, es una urgencia para la universidad peruana. Necesitamos romper moldes y reconocer que nuestra tradición disciplinaria nos limita. Este será el primer paso para una adaptación inteligente que nos fortalezca.