Las vacas rojas no existen, pero así se llama el blog del colegio Pestalozzi que el 18 de mayo se ocupó de la enseñanza de la democracia en los colegios. Se trata de un tema que interesa a algunos politólogos, constitucionalistas, pedagogos y, por lo visto, también a los padres de familia. Porque dicho blog ha sido publicado por la Asociación de Padres de Familia del mismo colegio.
¿Se puede enseñar democracia en la escuela? Esa es la interrogante que se hacen en “La vaca roja” y que concluye diciendo que “el gran reto de nuestras escuelas en el Perú es que declaran que educan en y para la democracia, pero sin reconocer el hecho de que lo hacemos desde un sistema político y una cultura democrática muy precarias”. Es decir, desde el blog, se destaca que la democracia, además de ser un sistema político, es una cultura, “una forma de convivir”.
Cuánta razón tiene esta vaca roja. La democracia no es solo una forma de gobierno, sino una manera de ver y entender la política. Es una manera de organizar el poder y, para ello, se crean instituciones a fin de garantizar la voluntad del pueblo, las libertades ciudadanas y los límites constitucionales de quienes ejercen el poder gracias al mandato popular.
Hace años, el politólogo estadounidense Robert Dahl planteó el tema de la inclusión de niños y niñas menores de 18 años, argumentando que quedaban excluidos de participar en las ‘polis’. Ello, porque, en democracia, nadie debe quedar excluido y marginado. Pero la gran interrogante es a partir de qué edad deben participar. Hay ensayos al respecto. Por ejemplo, en el país del célebre pedagogo Johann Heinrich Pestalozzi, Suiza, los niños tienen derecho de iniciativa en los temas que les competen. Se trata de un ejemplo a seguir, porque la democracia se aprende no solo en los libros, sino ejerciéndola, poniéndola en práctica y porque, como dice “La vaca roja”, la democracia es cultura. La interrogante está en qué debemos hacer los peruanos para que los principios, valores y prácticas democráticas se internalicen en nosotros. Que no sean pan de un día –por ejemplo, acudiendo a votar–, sino que sus principios más fuertes –como la libertad, la igualdad, la dignidad y el autogobierno– sean asumidos plenamente por todos los peruanos y peruanas.
Es aquí donde entra a tallar otro concepto, el de pedagogía, que se deriva de la voz griega ‘paidagogía’ y que significa “el que conduce a los niños”. Hay que saber hacer llegar los principios de la democracia con una metodología adaptada para los niños y niñas de todas las escuelas del país, sean públicas o privadas. Debería ser una obligación moral y técnica, una decisión política del Ministerio de Educación y no solo iniciativa de uno u otro colegio, aunque, desde luego, tienen todo el derecho de hacerlo.
Entiendo por cultura de la democracia al conjunto de valores, principios, prácticas, actitudes, tradiciones y costumbres democráticas de un pueblo y, como bien se dice en “La vaca roja”, nuestra cultura democrática es muy precaria. A mi modo de ver, esto se debe a que en nuestra cabeza funciona otra cultura que compite con la democracia, la del autoritarismo, aquella idea de que un caudillo con todo el poder va a salvar a la patria como si fuera un superhombre –que no existe–.
No todos, pero sí muchos, han aplaudido los golpes de Estado en nuestro país, ignorando que estos no son solo el desalojo del poder de una autoridad elegida por mandato popular, sino que el golpista de turno nos va a quitar nuestra libertad porque se siente dueño de la verdad o porque cree estar llamado a cumplir con una misión. Como bien afirma Max Weber, el famoso sociólogo alemán, y como se sabe desde la República de Platón: la democracia es libertad política.
Sugiere “La vaca roja”: si todos tuviéramos una cultura de la democracia, nuestros problemas los intentaríamos resolver a través del diálogo, buscando consensos a pesar de nuestros disensos, fomentando la necesaria deliberación crítica o no crítica de las decisiones de un gobierno y sabiendo también que en una democracia todo gobierno es discutido y, finalmente, reconociendo al otro o a la otra en su condición humana.
Pero esto se aprende y qué mejor que en la escuela, como dice “La vaca roja”. Allí es donde niños, niñas y jóvenes sabrán internalizar los valores de la democracia, podrán practicarla y distinguirla claramente de una dictadura, pero también aprenderán a salir a defenderla cuando sean adultos. Entonces a nadie se le pasará por la cabeza que las dictaduras son buenas o que hay caudillos salvadores.