Konrad Lorenz, el famoso especialista en conducta animal, ha estudiado a un pez llamado cíclido. Entre los cíclidos, dice Lorenz, el macho sólo puede aparearse con una hembra dominada por el temor y, por lo tanto, sumisa; y la hembra sólo puede aparearse con un macho dominante y, por lo tanto, capaz de infundir temor.
Si la hembra no controla su propia agresividad (y a veces no la controla), entonces el macho se retira. Y a la inversa, si la hembra se enfrenta a un macho indeciso y blandengue, entonces la hembra se retira. En tales condiciones, el apareamiento es imposible.
Para hablar como los antiguos filósofos chinos, si no están en juego, si no interactúan, los principios Yin y Yang, el asunto no funciona. Yin es el principio femenino, delicado y esquivo, y Yang el principio masculino, atacante y enérgico.El varón generalmente se aleja cuando sufre agresión femenina. Cuando lo tildan, por ejemplo, como hace Hannelore Schütz, de “rufián”. Pero el macho de la especie también recula cuando las feministas, con toda razón (a veces tienen razón las feministas), arremeten contra la virginidad, el obscurantismo sexual y la posición archiconservadora y retrógada de la Iglesia Católica respecto al erotismo.Trátese de lo uno o de lo otro, el Efecto Cíclido no deja de producirse. Y lo que es peor: la mayor parte de mujeres, que por supuesto no son feministas, apoyan el Statu Quo. Conscientes las feministas de esto, bajan la guardia, renuncian a la revolución (que siempre implica rompimiento con el Establishment) y se vuelven reformistas; es decir, mujeres “razonables”, peticionarias de medidas “justas”, concienzudas analistas del problema “materno-infantil”, etcétera. Lo cual, aunque plausible, es concesión patente al Orden Establecido.
Coda
Víctor Aramayo, del Laboratorio S-7 de Acuicultura, Departamento de Hidrobiología y Pesquería de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, me comunica lo siguiente:
“El llamado ‘Efecto Cíclido’ se ejemplifica mucho mejor si tomamos el caso del anabántido Betta splendens.
“Cuando el macho beta es juntado con una hembra más grande que él o más robusta, el macho tiende a huirle (es una reacción observada en un buen porcentaje de machos, incluso yo he observado varias veces este efecto). Esto va de la mano con la iniciativa de la hembra en el apareamiento (ésta lo incita a aparearse), el macho huye de la hembra, se retrae e incluso pierde su coloración. Esto lo he notado y comprobado muchas veces: un macho de color rojo queda completamente ‘desteñido’, blanco, y se oculta en una esquina mientras la hembra lo acosa.”