El resumen del año nos obliga a mostrar tres grandes problemas: la pandemia, la inflación mundial y el nuevo Gobierno. Pero para no perder el espíritu de las fiestas, y en solidaridad con los artistas que tanto lo han sufrido, lo comentaremos a ritmo de salsa clásica. Relájese, suelte los pies y las caderas, y abra la mente a sus recuerdos musicales. Vamos.
Este año, el COVID-19 nos hizo la vida más difícil en el aspecto sanitario y en el cambio de costumbres. Como diría el Cheo Feliciano, “el gato se está quejando que no puede vacilar si doquiera que se mete, la gata [o el COVID-19, diría el coro], lo va a buscar”. Felizmente los científicos han descifrado mejor el virus y sus variantes (“te conozco bacalao, aunque vengas disfrazao”, cantarían con Héctor Lavoe) y están creando mejores vacunas y tratamientos. El “toro mata ahí, toro mata”, en ritmo afrolatinocaribeñoamericano de Celia Cruz, se canta hoy más bajito y se anuncia que “todo tiene su final, nada dura para siempre”, como diría Rubén Blades. Siga usted el ritmo.
Este año nos tocó también la inflación mundial, que hizo subir el precio de la gasolina, del pollo y del pan (y del ¡azúcar!, según doña Celia) de las mesas peruanas. Aunque aquí se le echa toda la culpa al Gobierno (“usted abusó, sacó provecho de mí, abusó” en salsa), la verdad es que nos llegó por la demanda de petróleo de las sociedades ricas, y se agravó cuando, por miedo, subió aquí el tipo de cambio. Felizmente, en esos países, “en vez de sol amanece un dólar”, y todo indica que su problema, y el nuestro, amainará el año que comienza.
En el tema político, el Gobierno desilusionó a gran parte del 50% que votó sin pensar que “se ven las caras, se ven las caras, pero nunca el corazón”. Aquí, las redes sociales, con espíritu de crítica alegre y faltosa, recordaron “el sombrero de ala ancha de medio lao” de Pedro Navaja, augurando que “quien a hierro mata, a hierro termina”, pero nosotros debemos señalar que es culpa nuestra, de “Pablo pueblo, Pablo hermano, votando [mal] en las elecciones pa después comerse un clavo”. Esperemos que con esa experiencia en las próximas “decisiones” regionales y municipales recordemos que “todo cuesta, salgan y hagan sus apuestas, ciudadanía”.
Sin duda el 2021 ha sido terrible, pero de nada sirve insistir en “una noticia que salió en la madrugada y en la tarde era materia olvidada”, por eso (haga el coro a Lavoe) “¿para qué leer un periódico de ayer?”. Recibamos así el 2022 con esperanza, porque “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, y seguramente en el 2022 tendremos algunas muy buenas. Les deseo un año con mucho sabor.