El lunes, tras la juramentación de Óscar Maúrtua como canciller la semana pasada y los crecientes rumores de una recomposición adicional del Gabinete antes del día de su presentación ante el Parlamento, Vladimir Cerrón convocó a sus “bases orgánicas” a una movilización nacional, que se llevará a cabo este jueves, con una plataforma amplia que incluye el llamado a una nueva Constitución, el rechazo a una ‘derechización’ del Gobierno y el respaldo al Gabinete Bellido.
Poco después, y tras una reunión entre el presidente Pedro Castillo y Verónika Mendoza, Nuevo Perú anunció también una movilización nacional en defensa del “voto de confianza popular”. Esto, sin mencionar con nombre propio a Bellido, pero elevando también la bandera de una nueva Constitución.
El mismo día, el propio Castillo confirmó la presencia de Bellido en el Parlamento para mañana. Con esto, se descartó que el primer ministro sea reemplazado (al menos esta semana), pero se dejó abierta la posibilidad de cambios en otras carteras (entre los más cuestionados, un candidato de peso es el titular de Trabajo, Iber Maraví). Lo curioso es que el mandatario se pronunció en el marco del lanzamiento del llamado “Gabinete popular”, coalición de colectivos de izquierda y sindicatos que incluye al nuevo partido magisterial y que, de acuerdo a una nota en el portal Sudaca, “saldrá a la calle a pedir el voto de confianza para el Gabinete Bellido”.
Como bien afirmó mi colega Omar Coronel, esta será la primera oportunidad que tendremos de ver la “capacidad de movilización de la extrema izquierda” tras varias semanas de menguante protagonismo de la derecha en las calles.
Aunque la aprobación a Bellido y su equipo de ministros no es dramáticamente diferente a la recibida por otros Gabinetes iniciales, pocas veces un voto de investidura ha merecido el nivel de atención como el que tendremos el jueves. Si bien la postura pública de Acción Popular de otorgarle la confianza al Gabinete pareció acercar al oficialismo a una presentación triunfal, las recientes revelaciones en torno a Maraví ponen nuevamente en duda el resultado de la votación. Lo confirmó Keiko Fujimori ayer en Twitter. Pero ya se podía anticipar que los votos del fujimorismo irían en contra de la investidura desde un inicio.
En ese contexto, y aun cuando la opinión pública parece favorecer el voto de confianza pese a su desaprobación a Bellido, la izquierda ve la necesidad de manifestarse en las calles en apoyo del Gobierno y de su primer Gabinete. Sin embargo, queda claro que no terminan de compartir del todo la misma agenda (y que incluso cada facción podría estar siguiendo su propio libreto).
Si algo tienen en común, es que se trata de un llamado nacional a un evento que transcurre en Lima, una ciudad que recibe con relativa hostilidad esos mensajes, como coinciden todas las encuestas. Mensajes que son mejor recibidos en los bastiones electorales que llevaron a Pedro Castillo y Perú Libre a la presidencia, pero que están lejos del epicentro de la acción esta semana. Movilizaciones multitudinarias, entonces, son difíciles de anticipar, pero pueden transmitir una imagen de apoyo social importante para batallas futuras.
Así, serán manifestaciones en apoyo al Gobierno, dirigidas tanto a la opinión pública como a la oposición. Algo que Vizcarra nunca tuvo, incluso con la popularidad que lo acompañó en las encuestas hasta el final de su Gobierno, fueron “bases orgánicas”, que pueden ser convocadas y desplegadas como expresión de fuerza ante una eventual moción de vacancia contra el presidente Pedro Castillo, por ejemplo. La debilidad política del Gabinete, cuestionado desde el inicio y encaminado hacia un Parlamento donde carece de la certeza de los votos, es camuflada con un intento de proyectar fortaleza desde el estruendo de las calles, poniendo una carta adicional sobre el tablero.