Al 100% de las actas procesadas por la ONPE, la diferencia entre Castillo y Fujimori es de 0,25%, equivalente a 44.058 votos. Ya solo queda pendiente resolver las actas observadas. Siendo más de 25 millones los electores habilitados para sufragar, estamos, a todas luces, en un empate político; uno que deberá resolverse en un “desempate” electoral, así haya que lanzar una moneda al aire para determinar quién ganó.
El empate político podría ser virtuoso si llevara a la conclusión de que hay que gobernar tomando en cuenta, también, lo que la otra mitad piensa y reclama. O, uno catastrófico, si continúa ocurriendo lo que venimos viviendo desde hace diez días.
De la boca para afuera, las dos agrupaciones aseguran que respetarán el resultado de las urnas. Sin embargo, hay una evidente contradicción entre sostener que se respetará lo que el JNE decida, con afirmar que ha habido un fraude masivo en mesa (peor todavía, con plantear que por ello las elecciones se deben anular). También, si desde la noche misma de las elecciones se llama al “pueblo” a defender en las calles el voto que les habría dado la victoria; incluso antes de que la primera cedula haya sido recibida en la ONPE.
Me temo que a estas alturas ni un lado ni el otro están dispuestos a reconocer el resultado si es que no fuese aquel que desean. Ni Fujimori ni Castillo son los guardianes de nuestra democracia. Defienden sus intereses: si son legítimos mejor, pero si no lo son, también. Con ello, un nuevo factor de ingobernabilidad se añade a los muchos que ya nos acosan.
En ese clima hay que ubicar el momento emocional que lleva a personas, normalmente cuerdas, a tolerar actos de barbarie si el afectado es “del otro lado”. Me refiero a acosar a peruanos (y a sus familias) hasta que se vayan del país por no apoyar a su candidata. Igualmente, los llamados a hacer lo propio contra “abogados golpistas” (y a sus familias) porque han impugnado muchas actas de votación. Ambas actitudes, expresión de que las miasmas que normalmente solo se mueven en los desagües de nuestra política, se han rebalsado y buscan carta de ciudadanía.
Tiempos de hedor. Y si no logramos reponer rápidamente las tapas de las alcantarillas, nos exponemos a épocas de horror.
El país está al borde del desquiciamiento total. Por eso, así sea necesario decirlo cien veces, solo hay una puerta de salida de este manicomio: respetar la decisión final e irreversible, sea cual fuere y sin peros, del JNE.
Lo que vivimos es incluso más trágico con el telón de fondo de la horrenda pandemia que ya se ha llevado a casi 200.000 peruanos. Y que, en la bajada de su segunda ola, está matando a más de 2.000 personas por semana.
¿Cuál es el país del mundo con más muertos por millón de habitantes de todo el planeta? El Perú, con 5.655, casi duplicando al segundo, Hungría, que tiene 3.106. Peor si nos comparamos con nuestros vecinos: Brasil, puesto 10, con 2.293; Colombia, 19, con 1.875; Chile, puesto 28, con 1.602; y Bolivia, puesto 36, con 1.321 fallecidos per cápita. (Es verdad que en algunos países puede estar habiendo problemas en el conteo, pero ello no cambia nuestra realidad).
¿Cuán posible es una tercera ola? El inmenso esfuerzo de conseguir vacunas y el notable incremento del ritmo de su aplicación no son suficientes para impedirla. Esto no quita el destacar la gran eficacia del gobierno de Sagasti en el empeño y seguir denunciando el fracaso y las inmoralidades del de Vizcarra.
Pese a ello, en agosto, para cuando las autoridades de salud piensan que empezaría la tercera ola, solo habríamos vacunado a un 25%. A eso súmesele que ahora las variantes del virus más activas son las más contagiosas y que, en el caso de Arequipa, se ha encontrado ya la india, la peor de todas.
Para reforzar la tesis, en Chile, donde han completado la vacunación del 60% de la población, se viene dando un importante incremento de casos que los ha llevado a una cuarentena total en Santiago de Chile.
Este contexto pone a prueba la retórica de ambos candidatos de dar prioridad a enfrentar la pandemia.
En el caso de Castillo, quien muy probablemente será el ganador, si lo dice en serio, tendría al menos que postergar hasta después de la tercera ola su obsesión de “refundar” el país, lanzando un referéndum para una asamblea constituyente. Peor todavía, si sostienen que solo la mitad de sus miembros sería elegida con el voto de todos los ciudadanos y la otra integrada por representantes de diversas “organizaciones populares”.
Ello implicaría una nueva campaña, ahora en pro y contra de esta iniciativa, una que además de mantener la polarización extrema que vivimos, exigiría a ambas mitades del país a focalizar todas sus energías políticas en la nueva batalla; incluyendo marchas y mítines que, sabemos, son el alimento preferido del bicho