Un fantasma recorre el país: el de la paranoia por el comunismo. Keiko Fujimori ha decidido enarbolar la bandera contra la hoz y el martillo en su intento por revertir las preferencias electorales de la segunda vuelta. Por alguna razón –que claramente no está basada en evidencia–, Fujimori parece creer que la mejor manera de enfrentarse a su antivoto es compensándolo con el de su adversario. En un video difundido en redes sociales, la candidata de Fuerza Popular afirma que hay que entender que “la amenaza es real” y que “si no hacemos algo, el 28 de julio, el día que el Perú cumple 200 años, el comunismo llegará al poder para quedarse”. Frente a esta propuesta comunicacional, creo que vale la pena evaluar a quién le habla Fujimori y qué efecto podría tener su estrategia en la campaña en general.
¿Cuántos peruanos saben lo que es el comunismo o lo consideran algo negativo? La mayoría del país cree en un sistema en el que el Estado tiene mayor participación en la economía. Según el Barómetro de las Américas, la cantidad de peruanos a favor de un golpe de Estado por diversos motivos aumenta año a año, mientras que la percepción de que la democracia es el mejor sistema de gobierno, decae.
La asociación con Sendero Luminoso es un monstruo que generaba más miedo. Sin embargo, la derecha nacional ha usado el término terrorista con tal soltura, que lo único que han conseguido es convertir al ‘terruqueo’ en un ataque sin impacto. Ya nadie les cree.
La estrategia que ha elegido Keiko Fujimori parece servir solo para convencer a los convencidos, recalcando que ella es la candidata de la derecha y el otro el de la extrema izquierda. Lo que Fujimori y sus asesores no parecen entender es que los votantes de Castillo quieren justamente eso: un candidato con una propuesta radical en un contexto enorme de crisis para el país.
El objetivo de Fuerza Popular, evidentemente, es relativizar su antivoto. Fujimori aspira a suavizar a sus detractores y convencerlos de que migren desde el blanco/viciado hacia la ‘K’. Sin embargo, el fujimorismo no logra hasta ahora construir una narrativa que promueva el voto proactivo. En primera vuelta utilizaron la imagen de Alberto Fujimori y el discurso de la mano dura para retener a su voto nuclear. Tras casi 15 días luego de la primera vuelta no han sabido renovar el enfoque. ¿Qué cosa sí pueden hacer ellos bien que Castillo no?
Si Fuerza Popular afirma que Castillo no respetará las reglas democráticas, qué asegura que el fujimorismo sí lo hará. Una llamada a Vargas Llosa no es suficiente para convencer al antifujimorismo de que el grupo político más tóxico de la última década va a respetar las instituciones. Si quieren convencer a la población de que Perú Libre destruirá la economía, qué alternativa ofrecen ellos para mejorar en lo inmediato la calidad de vida de los niveles socioeconómicos más golpeados por la pandemia –que son, dicho sea de paso, más del 85% del país –. El ejercicio se repite para todos los temas relevantes.
Por su parte, Pedro Castillo, con muchísima más habilidad política, empieza a moderar su discurso. Ha deslindado de Maduro, ha dicho que tendrá un gobierno democrático y ha marcado distancia con Vladimir Cerrón. Ello no quiere decir, por supuesto, que algo de eso sea cierto, sencillamente que Castillo sí entendió que para ganar esta elección solo necesita acercarse un poco al centro. Mientras que Fujimori todavía no entiende que tiene que darle razones a la población para votar por ella y no solo recurrir a la vieja confiable del fantasma del comunismo.