Como se preveía, bastó que Luis Castañeda abandonase su calculado mutismo para que metiera las de andar. Su anuncio de construir un monorriel que uniría Comas con Surco resultó siendo una propuesta ‘copy paste’. No solo corresponde a la línea 6 del metro, sino que el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) ya había anunciado su realización, hasta con plazos para ejecutarla.
Aunque luego una representante de Solidaridad, Fanny Eto, trató de traducir a su líder, basta con revisar el video difundido por su partido para corroborar cómo el ex alcalde de Lima habla de la iniciativa como si el copyright fuera suyo.
Y las explicaciones trajeron su concolón: la señorita Eto no supo explicar cuánto costará ni cómo se financiaría el monorriel y abrió dudas con respecto a la reforma del transporte. Dijo que el corredor azul sería evaluado y no fue precisa con respecto al futuro de las combis y los taxistas informales.
En principio, el monorriel no es parte del plan de gobierno de Solidaridad Nacional. Como en su momento tampoco lo fue el Metropolitano que, como alguna vez escribimos aquí y ayer recordaron este Diario y utero.pe, fue una iniciativa de Alberto Andrade que se llamaba Lima Bus (incluso la estructura de una estación fue exhibida varias semanas en el Paseo de los Héroes Navales).
En esos tiempos, Castañeda apostaba por los trenes, hasta que años después –como su sucesora– cambió de opinión.
¿Por qué cuando se decide a hablar, el ex alcalde de Lima lo hace para anunciar una obra que no es suya y que difícilmente podría financiar con los franciscanos recursos de la Municipalidad de Lima?
Es un golpe de efecto. La pizarrita y el plumón no son gratuitos. La pose de hombre de acción tampoco. El mensaje es claro: lo suyo no son las palabras, sino las obras. Va al grano.
Y, como ha explicado Gustavo Rodríguez en la radio Exitosa, ha querido demostrar que no está enfermo y que es capaz de proponer iniciativas que pueden resultar novedosas en una ciudad “donde abunda la desinformación”.
De paso, ha reafirmado la marca que lo diferencia: su supuesta capacidad para hacer obras y resolver problemas. Sus rivales, en tanto, andan enfrascados en solucionar sus limitaciones: una luchando contra el antivoto (Villarán), otro contra el estancamiento (Heresi) y el resto buscando una iniciativa lo suficientemente ingeniosa y práctica para convertirla en su estandarte, levantar cabeza y empezar a despegar.
No obstante, preocupa –por decir lo menos– que el favorito recurra a un recurso tan burdo para afirmar su posición. Pero también que el grueso de las ofertas electorales, de él y sus contendores, se centre en la obra física, y no haya quien exprese una visión de Lima que trascienda al cemento.
Ninguno habla de incentivar el sentido de pertenencia por la ciudad, de cercanía, de buscar que nos sintamos orgullosos de ella. Mucho menos de establecer los pilares para una convivencia civilizada.
Porque de nada sirve llenar las calles de semáforos inteligentes si, al final, nadie va a respetarlos.