No me complace nada tener que escribir nuevamente sobre las desastrosas iniciativas que se promueven en el Congreso y menos todavía, sobre nuevas acusaciones de corrupción contra el presidente de la República.
De hecho, tenía previsto hacer un homenaje a un héroe cívico. Me refiero a Luis Cieza, funcionario de la Sunat en Lambayeque que, pese a todos los riesgos que corría, decidió investigar a fondo a empresarios vinculados a una de las facciones que se enfrentaban por la posesión de Tumán.
Según la fiscalía, lo intentaron sobornar con 500 mil dólares para impedir que pase un informe donde los sindicaba por defraudación tributaria y lavado de activos. Sabía que corría el riesgo que lo maten, pero no se amilanó. En diciembre del 2015, después de cuatro intentos, lograron su objetivo.
La semana que pasó los sicarios responsables materiales del hecho han sido condenados a 23 y 19 años de prisión y hay un proceso contra los hermanos Roncal Miñano, acusados de ser los autores intelectuales. Aparte de la infinita tristeza por su ausencia y el legítimo orgullo por su coraje, me pregunto qué sentirán la esposa e hijos de quien antepuso integridad a la propia vida, cuando ven acumularse tanta podredumbre en altos niveles del Estado.
Y si de resaltar problemas se trata, habría preferido dedicarle una reflexión a lo que vaticina la ministra de Salud, con su siempre saludable franqueza en su relación con los gobernados. En su reciente presentación al Congreso, sostuvo que es probable que venga una segunda ola de la pandemia; una que en el escenario más moderado significaría 811.000 casos nuevos, 100.000 hospitalizaciones y 5.000 pacientes necesitando atención en UCI. Siempre según Mazzetti, en el escenario más riesgoso los contagios llegarían a 2,4 millones, 306.000 necesitarían hospitalización y casi 15.000 llegarían a UCI. Ella no descarta incluso la posibilidad de una postergación de las elecciones. ¡Así de grave!
Con escenarios así, todas las energías del país debieran estar abocadas a prepararse para ese momento, incluso hasta psicológicamente.
¡Pero no podemos! Nos arrastra a otros temas un Congreso que sigue demostrando su pequeñez. Lo hacen cuando boicotean la urgente reforma del transporte, tratando de ampliar hasta por 10 años la vigencia de las actuales líneas y cuando petardean la de educación, con una ley para el reingreso de 14.000 profesores interinos sin título, que no pasaron las evaluaciones.
Y qué decir de las nuevas denuncias contra Vizcarra. Según él, un complot más por su lucha contra la corrupción. Para muchos –me incluyo– en el informe de El Comercio hay indicios fuertes que apuntarían a confirmar la versión de un aspirante a colaborador eficaz, en el sentido que el presidente habría recibido un millón de soles de Obrainsa para una obra importante en la región Moquegua.
A ello se suma la información de “La República” señalando que la empresa ICCGSA de José Castillo, le habría pagado cinco millones a través del hoy ministro Carlos Estremadoyro para la construcción del hospital de Moquegua. Recuerden que no hace mucho se supo que ese contrato se firmó un 26 de diciembre y se le adelantó a la empresa 41 millones en el último día del año y de la gestión de Vizcarra. La contraloría ya ha encontrado irregularidades y la fiscalía reabrió investigación.
Nadie es culpable hasta que no se le condene en una corte de justicia. Pero para los estándares de la lucha anticorrupción en el Perú estamos ante un caso importante, creíble y ya razonablemente documentado. Y con otro que puede o no evolucionar en el mismo sentido.
Agréguesele que, en el inefable Caso Swing, también hay nuevas versiones ante la fiscalía; esta vez señalando que Óscar Vásquez, el tercero del entorno de tres, que acompañaba a Martín Vizcarra en Palacio, habría entregado dinero a Richard Cisneros para que no acuse al presidente. ¡Qué sordidez!
¿Qué hacemos ahora? ¡Nada! Estamos ante temas que se manejan a nivel de las fiscalías especializadas y dada la proximidad del fin del mandato presidencial es mejor para el país dejarlo a ese nivel.
Debemos oponernos incluso a la sola admisión de una demanda de vacancia en el Congreso. ¿Se imaginan sufrir de nuevo la dañina inestabilidad que tuvimos en septiembre? Ya ni siquiera pensar en qué pasaría si esta se aprueba, con lo que el novio de la ya obediente novia, asumiría la presidencia.
¡La capacidad del resistir del peruano tiene límites!
Lo ideal sería que, dada su situación, Martín Vizcarra ceda protagonismo a su premier y a sus ministros, varios de cuales lo están haciendo bastante bien. Pero eso no va a ocurrir.