- Lee aquí el Editorial de hoy viernes 9 de febrero: “En representación de un prófugo”
El anuncio de un aumento en el impuesto selectivo al consumo (ISC) de cerveza, pisco y otras bebidas alcohólicas, además de cigarros o cigarrillos (como usted prefiera), desató la semana pasada la reacción de los gremios de bodegueros y restaurantes, que alertaron sobre una caída dramática en sus ventas. Un efecto inverosímil porque la demanda de los productos afectados es, como dicen los economistas, “inelástica”; esto es, el consumo se retrae proporcionalmente menos de lo que sube el precio para el consumidor final. Con los aumentos anunciados, el precio final de la cerveza subiría menos del 3%; los del pisco, los cigarros y los demás espíritus, alrededor del 1%. Nadie va a quebrar.
El Gobierno espera recaudar S/130 millones más este año. El selectivo es un impuesto que se aplica en función del volumen. No es un impuesto proporcional al precio del producto. Son tantos soles o centavos por unidad. Eso significa que debe actualizarse periódicamente (en enero de cada año) para seguirle el paso a la inflación. En el 2023 el Gobierno se saltó la actualización, probablemente para no echar más leña al fuego de las protestas. La recaudación del ISC a productos distintos de los combustibles cayó 6,6% en términos reales (descontando el efecto de la inflación).
Pero, al margen de las necesidades fiscales, cabe preguntarse cuál es la razón de ser del ISC a los distintos productos. La visión romántica es que busca disuadir del consumo de productos que generan “externalidades negativas”; o sea, efectos adversos sobre terceras personas. Supuestamente, el consumo excesivo de tabaco y bebidas alcohólicas le impone un costo a la sociedad porque desencadena enfermedades que después hay que tratar. Pero ¿por qué no ponerle ISC a la música, en las distintas formas en las que se consume, si escucharla a todo volumen puede desencadenar enfermedades auditivas?
El argumento de las externalidades negativas es falaz. Lo que le impone costos a la sociedad no es el consumo de pisco o de cerveza, sino el sistema de salud, en la medida en que le permite al consumidor trasladar el costo del tratamiento al resto de la sociedad. No estamos discutiendo si está bien o está mal que sea así; solamente decimos que no es el consumo en sí mismo lo que genera las externalidades.
La realidad es que la mayoría de los productos que son gravados con el ISC lo son porque su demanda es inelástica. Eso asegura la recaudación. Si la demanda fuera elástica, el Gobierno recaudaría poco o nada. Una demanda elástica significa que el consumo baja proporcionalmente más de lo que sube el precio. En un extremo, si el impuesto es demasiado alto, la gente deja de consumir el producto. Un gobierno preocupado de verdad por las externalidades negativas debería subir drásticamente el impuesto selectivo a ciertos productos, a niveles prohibitivos inclusive.
El ISC tiene más sentido cuando el Estado provee un producto complementario que el consumidor no puede procurarse por sí mismo. El ISC a los combustibles, por ejemplo, sirve directa o indirectamente para pagar por el uso de las pistas. Llama la atención que justamente este selectivo no esté entre los que aumentan.