El lustro que termina ha sido tan denso y accidentado que aparece en el recuerdo como un periodo más extenso. La subida al poder de PPK parece ahora haber ocurrido hace muchos años. La imagen de su gabinete haciendo ejercicios matinales en el patio del Palacio de Gobierno podría haber ocurrido, en nuestra memoria subjetiva, hace décadas. Y, sin embargo, de algún modo, las sucesiones presidenciales se han dado con fluidez, salvo la aparición de ese gobierno de una semana en noviembre del año pasado y sus consecuencias trágicas (también parece que eso fue hace mucho más tiempo).
En estos cinco años ha habido tres personajes que han definido un destino por ahora duradero. La primera es Keiko Fujimori que, luego de dirigir una campaña de obstrucción en el Congreso, dilapidó su capital político. Convertir la de su partido en una agenda personal, derribando a figuras como Fernando Zavala y Jaime Saavedra, fue el inicio de un proceso de autodisolución cuyas consecuencias tuvo que pagar. La frase “quien a hierro mata, a hierro muere” viene del Evangelio de San Mateo y se la dice Jesús a un guardia que acaba de cortarle la oreja a alguien. Si los políticos leen un libro, deberían leer la Biblia, si acaso porque está llena de historias aleccionadoras además de bien escritas.
El segundo personaje protagónico en estos cinco años es Martín Vizcarra, quien se convirtió por un momento en un líder natural. Algunas decisiones suyas, como el cierre del Congreso, fueron celebradas. Su perfil de hombre público que venía de provincias y había tenido una gestión exitosa en Moquegua se veía como un aval. Esta popularidad aumentó cuando fue vacado por el Congreso. Se desmoronó cuando se supo de su participación adelantada en el proceso de las vacunas. Aunque eso no le impidió tener una votación importante como congresista (frustrado), está claro que el episodio de las vacunas chinas quedará como una mancha. Por ahora, su futuro político parece extinguido. Otro de los errores que se le achacan es el de no haber podido iniciar la compra de vacunas durante su periodo.
Ese proceso de compra de vacunas es el que ha encumbrado al tercer personaje del lustro, el presidente Francisco Sagasti. Tal como parece hoy en día, Sagasti es el único capítulo positivo de gobierno de los últimos cinco años. El proceso de compra acelerada de vacunas, que ha roto todas las previsiones, la distribución de las mismas y la coordinación con los ministerios de Salud y Relaciones Exteriores (con las gestiones de los ministros Ugarte y Wagner a todo nivel), han definido un periodo exitoso, con un estilo sobrio del presidente. Otros protagonistas como el ministro de Cultura Alejandro Neyra (que logró el reconocimiento del observatorio de Chankillo ante la Unesco) y la presidenta del Congreso Mirtha Vasquez, que supo controlar intentonas de todo tipo, son figuras positivas de los últimos meses. En ese ámbito, el desaire que sufrió el presidente Sagasti en las puertas del Congreso es un acto que, discusiones protocolares aparte, los comentaristas han definido como “mezquino” o “sin criterio”. La nueva presidenta del Congreso debía saber que la labor de un líder es buscar la unidad. El principal legado de Sagasti es que se puede hacer política con principios y con eficiencia. Merecía estar en el Congreso para la ceremonia.
Y espero que nosotros merezcamos que él siga en nuestra vida política. Es el gran personaje positivo de este lustro que por lo demás, debido a sus divisiones, podrían definirse como “cinco años de soledad”. Veremos cuántas nuevas soledades se vienen ahora.