¿Cuál es el lugar que ocupa la política regional en nuestro debate público? Es inexistente, salvo cuando esas regiones se ponen rebeldes y pueden decidir quién será el presidente de la República, desafiando al poder central. Luego, serán otra vez los potros de bárbaros atilas. Pero miento. También ocupan un lugar cuando aparecen las fotografías de algunos gobernadores regionales esposados y su retahíla de compinches desfilan acompañándolos a prisión –escenas, desafortunadamente, cada vez más frecuentes–. Y, finalmente, también aparecen en los titulares cuando estalla un conflicto social, que hace volver la mirada hacia la zona revoltosa, como sucede en Chumbivilcas por estos días con el proyecto minero Las Bambas.
Por eso, mientras ya asoman las primeras encuestas sobre la intención de voto a la Municipalidad Metropolitana de Lima, que seguramente monopolizarán el debate público por los próximos meses, nuestra política regional tendrá que esperar a la buena voluntad de algún medio regional que decida financiar alguna encuesta creíble. Porque de encuestas falsas y sondeos fraudulentos están plagadas las escenas de la política regional. Ejércitos digitales de troles y páginas en Facebook donde se difunden mentiras, pululan con impunidad y aprovechan el anonimato y la ausencia de regulación para instalarse cómodamente y vender publicidad electoral no regulada. Es cierto que no se puede hacer campaña pagada por radio y televisión, pero la gigantesca cantidad de publicidad que se invierte en medios digitales, que no rinden cuentas de sus ingresos, es el auténtico festín donde se reparten millones de soles que nunca se declaran ante nadie. La soberanía de la ilegalidad, donde los financistas, narcotraficantes, contrabandistas y tratantes de terrenos pujan con desparpajo.
Los que hemos analizado campañas regionales conocemos que los medios regionales no son paraísos edénicos concebidos sin pecado original, muchas veces los políticos regionales construyen sofisticadas redes de compadrazgos y publicidad a cambio de acallar denuncias y entretener a la opinión pública. Por eso, se debe atender con mayor esfuerzo la cobertura de las elecciones regionales. Más aún en el año 2022, donde estas configurarán un mapa político importantísimo, si tenemos en cuenta el cimbronazo que significó el 2021 para nuestras élites.
Es cierto que la moción de vacancia se terminó de desfondar cuando un programa periodístico emitió un audio que fue anunciado como una bomba apocalíptica y terminó resultando un papelón de insignificancias que, sin quererlo, unió a la base política de Perú Libre y alineó a los partidos de centro con importantes roles de veto en el Congreso. Pero no menos importante fue, para esos mismos partidos, el horizonte de las elecciones regionales del 2022. Partidos como Alianza para el Progreso y Acción Popular, con gran vitalidad en elecciones regionales y locales, también deben haber ponderado sus costos políticos a meses de elecciones. Entrar en una disputa política desde un poder tan desprestigiado como el Congreso, seguro les pudo parecer muy costoso políticamente.
A la vuelta de la esquina, estos partidos políticos, que tienen el poder de veto en el Congreso, saben que dependen de la vitalidad que puedan obtener en las elecciones regionales y locales. Ante el colapso predecible de Fuerza Popular en sus bases regionales, debido a su precaria organización contemporánea y a los costos políticos de otra derrota electoral, aparece libre el carril de la derecha popular en las regiones que siempre ha tenido muy difícil el reto de crecer orgánicamente en las provincias del Perú. El discurso clientelista del primer fujimorismo, e incluso el del segundo fujimorismo keikista, tuvo una importante base popular en nuestras regiones. Keiko Fujimori nunca tuvo tanto poder como en el 2015-2016, cuando tenía una mayoría parlamentaria y muchas bases regionales donde había alcanzado gobiernos regionales y alcaldías. ¿Quién ocupará ese lugar? ¿O lo seguiremos viendo replegado en Lima ante la ausencia de un elemento popular que cuaje en esos bolsones electorales?
Sobra decir que Perú Libre también se inclinó por apoyar a Pedro Castillo cuando los vientos cambiaron. Moderaron sus críticas de semanas previas, entendiendo también que la batalla por el voto en las regiones recién estaba por comenzar. Pero, ¿será sostenible el apoyo regional a Perú Libre en las regiones? Seguramente hace algunos años no, pero en un escenario político sin partidos ni movimientos regionales estables (ya ni siquiera hay los estímulos de las reelecciones, por lo que la política regional es cortoplacista), con votos muy fragmentados, donde los vencedores pasan a la segunda vuelta con porcentajes menesterosos. Ese voto duro que se ha identificado con Pedro Castillo puede bastarle a Perú Libre para ganar algunas elecciones regionales y municipales que le den algún sostén político al Gobierno.