Las vacunas ‘vip’ no solo revelan el desplome de los estándares morales de un grupo de personas. Vemos, además, una honda crisis de la sociedad peruana.
Martín Vizcarra se hizo vacunar siendo presidente de la República. En secreto. Ese día, 2 de octubre, el Minsa reportó 32.609 fallecidos en la pandemia. La cifra real debe ser aproximadamente el doble.
Antes que los médicos, enfermeras y personal expuesto, Vizcarra y su familia se hicieron vacunar. Dijo que era parte de los ensayos, y mintió. Se hizo sacar una prueba de anticuerpos, y mintió. Mostró una cartilla de voluntario, y mintió.
Ya no debe haber duda del tipo de persona y político que es Vizcarra. Quien la tenga, que compre y lea el libro de Carlos Paredes, “El perfil del lagarto. Radiografía de un político con sangre fría” (Planeta 2021).
Paredes reveló el secreto de la vacunación del expresidente. Su correo personal ha sido hackeado, le han robado una versión del libro y la han viralizado. Ha recibido amenazas de muerte. Nos solidarizamos con él y esperamos que las autoridades lo protejan a él y a su familia.
Paredes hizo una seria investigación de la personalidad de Vizcarra como político. Debemos colocarlo en la galería de la corrupción y la mentira.
El problema para el país, sin embargo, no es la catadura moral de un primer mandatario. Es la razón por la cual alguien así no solo llega al poder, sino que obtiene una importante popularidad.
Hay que reconocer que Vizcarra se disfrazó. Su principal trabajo no fue atender la pandemia o resolver la crisis económica. Se dedicó, principalmente, a cultivar su imagen.
Vizcarra cumplió el deseo de muchos de cerrar el anterior Congreso. Demasiados representantes de entonces se prestaron al juego del conflicto. Irresponsablemente, Congreso y Ejecutivo nos llevaron al quiebre de la Constitución.
¡Vizcarra podía cerrar el Congreso! Sentía, supongo, estar por encima del bien y del mal. Podía hacer lo que quería.
Simuló ser héroe de la anticorrupción. La opinión pública quiso creerle. Le dio su aval y respaldo, a pesar de los medios que utilizó.
El ‘vacunagate’, por supuesto, no es solo sobre Vizcarra. Es, también, sobre dos exministras, justamente las que debían conducir la lucha contra la epidemia.
Están involucrados, además, dos exviceministros, funcionarios de Cancillería y de la comisión multisectorial para obtener vacunas. ¡Las autoridades encargadas!
¿Cómo así llegaron a esos puestos personas dispuestas a vacunarse en secreto y contra las leyes? ¡Dispuestas a dejar de lado al personal de salud, a los pacientes graves y a los que finalmente murieron!
Y no solo es el Estado. ¿Cómo pudieron vacunarse, incluso, las máximas autoridades de la Universidad Cayetano Heredia?
¿Cómo pudo estar a cargo del experimento decisivo alguien que repartió compuestos (sin registro) como si fueran sus tarjetas personales?
El investigador principal, Germán Málaga, experimentó (con tres dosis) en 30 seres humanos. Lo hizo sin comité de ética, sin protocolo científico, sin autorización del laboratorio ni de las autoridades de salud.
La lista de los vacunados es larga. Ninguno preguntó: “¿no deberían ser primero los más expuestos?” ¡Ni siquiera el nuncio apostólico!
Que se castigue con toda severidad. Y desconfiemos de los que se disfrazan de héroes para solo obtener impunidad.