Además de los muertos, infectados y desempleados, en nuestro país el COVID-19 ha cobrado millones más de víctimas en los niños y jóvenes que perdieron un año de educación, y perderán aún más. Para disminuir sus daños, podría ser extremadamente útil la generación plateada. Veamos.
Como sabemos, por las restricciones de la pandemia algunas escuelas, sobre todo privadas, empezaron a dar clases por Internet, mientras que una gran parte de las estatales lo hicieron por televisión y radio. El problema es que las clases por Internet, virtuales e interactivas, tienen desventajas frente a las clases presenciales, por lo cual países como Suecia solo cerraron las escuelas en los momentos pico del virus. Y la situación es peor para los niños que siguen clases por televisión, sin la retroalimentación en línea de sus profesores.
¿Quién podría ayudar a arreglar esta situación que compromete el futuro del país y de millones de niños? Casi como el Chapulín Colorado, podrían ayudar los adultos mayores peruanos. Eso porque en un país que cada día se vuelve más adulto (nuestra media poblacional ya casi supera los 20 años), crece el grupo de los mayores de 65 años. Hoy ellos son más de dos millones de personas con experiencia de años de trabajo práctico, con más tiempo disponible, y con muchos deseos de seguir aportando a la sociedad.
Así, juntar el déficit de conocimiento de un grupo con una gran cantidad del mismo de otro, solo puede ser positivo. ¿Qué no saben enseñar? Tienen mucha experiencia con sus hijos, pero la idea no es que remplacen sino que enriquezcan las clases de los sacrificados profesores. ¿Qué no conocen los programas? Probablemente no, pero saben de carpintería, contabilidad, panadería, construcción y cosas útiles para la vida, donde los niños usarán matemáticas, lógica o buen lenguaje. ¿Que no van a querer hacerlo? Pregúntenles y verán que su sentido del deber es quizás mayor que el de los más jóvenes.
Es cierto que aún no hay clases presenciales, pero cuando estas se reanuden, ayudará el que los mayores estén entre los primeros vacunados. Entretanto podrían empezar a prepararse para esa nueva tarea, y tal vez hacer que algún hijo o nieto los ayude a grabar testimonios o clases para distribuir virtualmente.
¿Se trata de una idea ingenua? Quizás aquí se vea así, pero esa cooperación existe, y es muy apreciada, en otros países del mundo, donde miles de voluntarios de cabeza plateada se organizan para llevar su experiencia a los más jóvenes. De paso, quienes tomen aquí la iniciativa y den el ejemplo, no solo ayudarían al país, sino que también le darían más valor a las canas y a la experiencia de vida de su generación. Les deseo una gran semana.