Próximo a cumplir seis meses en el cargo, el presidente Pedro Castillo dio tres largas entrevistas a la prensa. Era uno de los grandes pendientes del mandatario, por lo que –al margen de las reacciones externas suscitadas– debería servir a su entorno para sopesar lo avanzado. El mandatario se enfrenta a una oportunidad de aprendizaje importante.
Entre la entrevista del viernes 21 por parte de César Hildebrandt en su semanario y las dos duras jornadas ante Fernando del Rincón de CNN el lunes 24 y martes 25, hay continuidades que la comparecencia ante Nicolás Lúcar no cortan. Entre ellas, seguramente se esconde alguna aspiración estratégica (reiterarse como parte del pueblo, marcar distancia de sus predecesores, sacudirse de los temores que generó durante la campaña) de cuyos resultados recién sabremos en las siguientes encuestas.
Al margen de las preguntas aún sin respuesta (sobre todo a nivel de las acusaciones de corrupción e ilegalidades), dos ideas son las que el presidente podría querer instalar. Las resumo en una frase: soy el aprendiz que proviene del pueblo. Con la idea del noviciado, el mandatario parece buscar acercarse al peruano promedio, aquel recursero que hace algunos años llegó a ser un personaje de una serie televisiva (el personaje de Adolfo Chuiman en la recordada “Taxista ra ra”).
La tan manoseada alusión al “pueblo”, por otro lado, parece responder a la expectativa de ser el “presidente como tú”, para utilizar un recurso que hizo suyo Alberto Fujimori en la campaña de segunda vuelta de la paradigmática elección de 1990. Hay un añadido: Castillo parece sentirse la personificación, el mensajero, del pueblo.
En la jornada del martes 25, ante la pregunta de Del Rincón sobre las eventuales reacciones de la prensa a la posibilidad de realizar una consulta sobre una salida al mar a Bolivia, el presidente dijo: “Eso me tiene sin cuidado. Yo he venido a hacer la voluntad del pueblo peruano”. Como si pensara “el pueblo soy yo”.
Pero mucho de lo dicho por Castillo –en especial en la segunda parte de la entrevista, referida a política exterior– puede tener serias consecuencias, sobre todo ante la eventualidad de que el asunto referido a Bolivia derive en alguna controversia internacional. Incluso a nivel interno podría tener repercusiones, si es que se da alguna violación de la constitucionalidad. El mandatario no debería olvidar el artículo 110 de la Carta Magna de 1993: el presidente personifica a la Nación.
Los enredos, contradicciones, vacíos y lugares comunes en los que recurrentemente terminaron las entrevistas al jefe del Estado han hecho perder de vista algunos sucesos importantes, como el inicio del proceso de discusiones para la adhesión del país a la OCDE, anunciado por la organización el martes 25. Más importante parecía mantenerse en una retórica de campaña, en la que la cercanía al elector parece más relevante que la potencial gestión de gobierno.
El presidente Castillo, pues, parece aspirar a verse reflejado en el Pablo Pueblo de Rubén Blades (”hijo del grito y la calle/de la miseria y del hambre/del corazón y la pena), aunque sus detractores lo hayan acercado a su tocayo Pedro Navaja, sobre todo tras la revelación de las reuniones en la casa de Breña.
Más propicia, sin embargo, parece otra canción de Blades, con cuyo título se encabeza esta columna, sobre todo en aquel pasaje: “A tu escuela llegué/ Sin entender por qué llegaba / En tus salones encuentro / Mil caminos y encrucijadas / Y aprendo mucho y no aprendo nada”. Y el pueblo –que tanto menciona el mandatario–, al igual que la maestra vida, “te da y te quita, y te quita y te da”.