El 8 de noviembre del 2023 quedará registrado en la historia como el día del apagón o, mejor dicho, el día en que alguien (porque alguien más se lo ordenó) apagó la luz del Estadio Alejandro Villanueva (Matute) del club Alianza Lima, justo cuando su clásico rival, equipo del que soy hincha, se disponía a celebrar el campeonato de la Liga 1 de Fútbol 2023.
En nuestro país se presentan constantemente situaciones absurdas, ilógicas e ilegales, pero esta tiene un cariz particular por la trascendencia del hecho. Había treinta mil personas en el estadio y cientos de miles viendo el evento en vivo por cable porque es el espectáculo deportivo más importante que tenemos.
El Club Alianza Lima ha señalado oficialmente que “las luces fueron apagadas con el único fin de incentivar la rápida evacuación de las tribunas y así preservar la integridad y seguridad del público y de las delegaciones deportivas”.
La “explicación” no resiste la lógica. ¿De cuándo acá la oscuridad es propicia para incentivar evacuaciones o preservar la seguridad? Es todo lo contrario. La oscuridad pone en riesgo a las personas. Por algo es un agravante en algunos delitos (si se cometen de noche hay más pena) y por algo es obligatorio tener luces de emergencia para cuando se presentan situaciones críticas en la que, justamente, no hay fluido eléctrico.
No soy el primero en decirlo, pero considero importante reiterarlo: lo hecho por los dirigentes del club (no por sus hinchas a quienes dejo fuera de esto porque los responsables claramente no los representan) es una vergüenza. Y no solo eso, es también un presunto delito que ya es investigado por la fiscalía porque esa noche expusieron a un riesgo absurdo a sus 30 mil hinchas y a los equipos deportivos. Corresponden también sanciones en el plano administrativo, desde quienes regulan el fútbol y los temas municipales.
¿Qué pasó por la cabeza de quienes decidieron apagar la luz? ¿Quiénes estaban al tanto? ¿Alguien se opuso? ¿Los dueños del principal acreedor del club (que son quienes controlan la Junta de Acreedores) sabían de la medida? Todas estas preguntas deberían ser resueltas por las investigaciones.
Nos hemos acostumbrado a tolerar el ilícito y la trampa. Si las sanciones llegan tarde, mal y nunca, cierta gente siente que puede hacer lo que le da la gana y simplemente lo hace (porque no pasa nada). El clima de impunidad política en el que vivimos agrava aún más la situación. Ilícitos que son evidentes (por ejemplo el de los “mocha sueldos” en el Congreso), pasan sin sanción y lo único que queda en la retina pública es que nadie cumple las reglas. No pongo a la ilegalidad en el mismo plano que la informalidad, pero por algo tenemos tasas tan altas de esta última. Nuestra tolerancia a lo que se sale de la norma es muy alta y hacemos poco para cambiarlo.
Quien o quienes tomaron la decisión de apagar la luz de Matute para, todo parece indicar, evitar la imagen de su rival campeonando, probablemente lo hicieron cargados de una mezcla de fanatismo con cultura de la impunidad (un combo mortal).
Su ceguera fue tan grande que no se dieron cuenta de que podrían ser procesados penalmente y que, además, le estaban “regalando” a su rival una narrativa que pasará al ‘folklore’ crema por años de años.
Esta no debería ser una investigación cualquiera. Necesitamos que se esclarezcan los hechos y haya una sanción. Son miles de miles de personas y familias las que semana a semana llenan los estadios en todo el país. El fútbol es el espectáculo que más gente congrega y no debería verse afectado por unos idiotas que un día decidieron apagar las luces de un estadio lleno.