Así como no se puede tapar el sol con un dedo, un primer ministro no va a dejar de ser misógino y machista porque le improvisen una condecoración o por llevar un curso dictado por la ministra de la Mujer. En esa misma línea, un gobierno antimercado no dejará de serlo por soltar un par de mensajes diciendo que no hará lo que prometió hacer durante la campaña. No es tan fácil.
Y es que, como van las cosas, el presidente Pedro Castillo va a requerir muchísimo esfuerzo si quiere que los motores de la inversión privada empiecen a confiar en él. Porque, con menos de dos meses en el cargo, ha logrado a punta de silencios, malos nombramientos y mensajes confusos, encaminar la economía nacional hacia la puerta de un absoluto letargo.
No se trata solo de la consumación de la rebaja en la calificación crediticia de Moody’s, sino que los principales analistas económicos estiman que, tras el rebote de este año, en el 2022 el PBI crecerá apenas un par de puntos porcentuales, si acaso logra hacerlo. Esto, en un contexto internacional absolutamente favorable para los principales productos de exportación peruanos.
Incluso los siempre optimistas técnicos del Gobierno han hecho público este problema. En su presentación ante el Congreso hace unos días, el viceministro de Economía, Álex Contreras, aceptó que la incertidumbre es un riesgo que podría afectar los estimados públicos para la inversión privada.
El tema es que para el presidente este parece ser un asunto sin importancia. Y si acaso le interesa, no hace nada por solucionarlo.
Porque ya no es solo que el jefe del Estado no le hable a la prensa y limite sus mensajes a tuits institucionales o discursos en plazas que no se distinguen de los que hacía cuando era candidato. Ocurre que, en sus contadas apariciones públicas, prácticamente no ha existido una sola señal que ayude a reducir la suspicacia con la que los inversionistas lo recibieron en el más alto cargo público.
Así, mientras el mandatario se concentra en designar a sus amigos de Perú Libre en los más altos puestos del Estado o en buscar reactivar artificialmente la economía a punta de bonos e iniciativas asistencialistas y de fuerte gasto estatal, cada semana pierde la oportunidad de traer un poco de calma a los mercados. ¿Ratificará a Julio Velarde en el BCR? Nada sobre eso. ¿El ministro de Economía señala que no se expropiará Camisea? Castillo afirma que se comprará “el pleito” de recuperarlo “para todos los peruanos”.
Ni siquiera leyendo entre líneas sus escasos mensajes se logran encontrar mayores referencias a temas fundamentales, como la formalización del mercado laboral, la promoción de la inversión privada o su importancia para la reactivación económica. Son asuntos casi inexistentes en la agenda del jefe del Estado.
Todo esto empeora, por supuesto, con las muestras de improvisación que día a día sueltan varios de los ministros que acompañan su gestión. Ya no se trata solo de que se resistan a expresarse ante los medios, sino que, cuando lo hacen, exponen su total falta de preparación para ocupar esos cargos.
Existen, eso sí, algunas mínimas excepciones o comentarios aislados que luego otros funcionarios desinflan, pero el trabajo de unos pocos no sostiene la confianza empresarial. Y sin esa confianza, se apaga todo.
Porque, a pesar de que a la mayoría en el Ejecutivo parece no importarle estos temas, al 83% de la inversión en el país que responde al sector privado sí le interesan muchísimo. Para muestra, la encuesta de expectativas económicas del BCR de agosto mostró un retroceso en todos sus indicadores. Y la Encuesta de Opinión Industrial de la Sociedad Nacional de Industrias, publicada hace unos días, señala que el 84% no planea contratar nuevo personal en el tercer trimestre y el 72% no tiene previsto realizar nuevas inversiones.
Con eso, mientras en el Ejecutivo se entretienen condecorándose a sí mismos, repartiendo puestos públicos y quitándole el hombro a la jeringa cuando deben tomar decisiones fundamentales, el resto del país observa cómo la verdadera reactivación económica mira hacia otro lado.
Aunque, quién sabe, también podría ser que la importancia del sector privado sí sea un asunto dando vueltas en la cabeza bajo el sombrero presidencial, solo que al mandatario se le ha pasado comunicarlo. Y ojalá que así sea, porque sería lo mejor para el país que esta columna esté equivocada.