No hay registro del inicio de un gobierno con tantos problemas ocasionados, principalmente, por el propio presidente de la República y su partido soporte, Perú Libre (PL). Pero si bien la irresponsable campaña sobre el fraude ha tenido un impacto severo, no es menos cierto que las medidas tomadas, sobre todo en el nombramiento del Gabinete y otros puestos públicos, son equivocadas, erráticas y demuestran una falta de criterios mínimos. Ahora se ha puesto por delante el privilegio de ser cercano o miembro de PL, una agrupación política hasta hace poco pequeña, informal y con un puñado de dirigentes dogmáticos pero pragmáticos, que podían apoyar desde Ricardo Belmont hasta Antauro Humala.
Pedro Castillo fue, gracias al azar en la historia, la apuesta que permite al partido tocar el cielo. Es la oportunidad histórica para Vladimir Cerrón y su organización, que ha hecho todo lo posible por ampliar su campo de acción y decisión, y lo ha logrado. Pero el peligro mayor no es que varios de los funcionarios tengan ideas radicales y dogmáticas –que ya es un problema–, sino que son incompetentes para ocupar los altos cargos conferidos por el Estado.
Sin embargo, esto no es nuevo. Desde hace tres décadas que en el Perú los partidos políticos han dejado de ser fuente principal de aporte de cuadros profesionales y técnicos para ejercer altos cargos en el aparato del Estado. Sí han proveído todos, con manejo de redes clientelares, personal para puestos de menor jerarquía. Por eso, los militantes siempre reclaman un puesto de trabajo una vez que el partido ha llegado al poder. De esta manera, desde el gobierno de Alberto Fujimori, todos los gabinetes ministeriales han sido poblados por profesionales ajenos a los partidos. Es más, en los casos que eran ocupados por miembros del partido gobernante, que los hubo en todos los gobiernos, no fueron gestiones exitosas. La gran mayoría fue un fracaso.
Perú Libre ha hecho las cosas al revés. Ha subido el rango de presencia de sus miembros en los altos cargos, con el agravante que encima de no tener la experiencia y formación requerida, tienen problemas de violaciones de normas y cuestionamientos éticos. La demora en la conformación del equipo ministerial fue, pues, la expresión de la búsqueda de funcionarios, pero, salvo escasas excepciones, en los pequeños y limitados entornos de Perú Libre de origen regional –Cajamarca y Junín, cuna de Castillo y Cerrón, respectivamente– o sindical magisterial. Y aquí no hay un problema de exclusión clasista y limeña, alegada por los dirigentes de PL, sino que los buenos cuadros han sido absorbidos por el propio aparato del Estado, pero por canales no partidarios. En pocas palabras, Perú Libre no es el canal por donde se surten los buenos cuadros profesionales excluidos, como no lo es ningún partido político en el Perú. Esto es consecuencia de la dinámica de centralización de las élites profesionales.
Los funcionarios caerán por pasados oscuros o incompetencias en el ejercicio del cargo antes que por censuras ministeriales. No será la primera vez que un gobierno se dispara a los pies, solo que ahora parece que es lo único a donde dispara este gobierno.