Dicen que los locos no están del todo locos. O que los locos tienen momentos en los que lanzan ideas fuera de los constreñimientos de la lógica y de la razón. Pensamiento lateral, le dicen algunos, una sinapsis que se conectó y dio luz a una genialidad. O a una locura. Total, hay una delgada línea entre los genios y los locos.
Hay un loco en mi cuadra que me cuenta algunas ideas desde hace tiempo y yo ni le doy la razón (¡sería irónico!) ni lo ignoro. Al menos me da qué pensar sobre la ciudad y me pone en la cabeza que quizás muchas soluciones para Lima pueden partir de ideas “locas” (o creativas) para ir aterrizándolas. Locos hay en organismos del Estado y nadie dice nada tampoco.
Dice mi loco que el problema con el transporte público, con el tema de papeletas y ordenamiento, no pasa por obligarlos a cumplir reglas sino pasarlos a otro régimen, el mismo que guardan las ambulancias, autos policiales y autos oficiales, es decir que tengan derecho de vía preferencial.
Que puedan parar donde quieran, que los otros autos se abran para darles paso, que se pasen las luces rojas.
Total, si todo eso ya lo hacen, es cuestión de volverlo legal y como la costumbre es una fuente de derecho no habría problema de aceptación popular.
Habría que poner sirenas o luces como de patrullero en cada unidad, le digo, y con tanta cantidad todo Lima se volvería un loquerío. Me mira, se hace el loco y me cambia de tema.
Otro día se puso hablar de los distritos. Dice que hay muchos, que unos son muy grandes, que otros son muy pequeños, otros ricos, otros pobres. Yo le digo que inclusive se quieren crear más distritos.
Él me dice que es una locura, que por qué mejor no se crean unos “macrodistritos”, con lo que se abaratan los costos de los servicios que una municipalidad brinda y reparten mejor los recursos a zonas menos desarrolladas, además de un mejor entendimiento con el gobierno municipal de Lima.
Sin embargo, añade, no se deben perder las características de los distritos disueltos, poniendo allí unos vicealcaldes que velen por estas zonas.
Le pregunto que cómo serían las votaciones, si los vicealcaldes son del mismo partido del alcalde del “macrodistrito” o no, y que de una forma u otra sería problemático. Le doy una vuelta al distrito y regreso, me dice.
Yendo a la bodega, me para el loco, no sin antes pedirme un sencillito y me cuenta que el problema que generan a los vecinos del entorno inmediato la cantidad de construcciones de edificios como ruidos, cierre de vías, falta de estacionamientos, debiera al menos ser compensado con una reducción de arbitrios temporal a todas las viviendas a dos cuadras a la redonda del edificio en construcción ya que la municipalidad estaría incrementando sus ingresos con lo que cada departamento nuevo pagaría.
Tuve tantas interrogantes luego de su audaz idea que no quise volverme tan loco así que me fui y lo dejé madurando más ideas. Si no fuera loco, lo lanzo para alcalde, pensé por un fugaz instante.