De pronto, los ojos voltearon a Siria. Otra vez. El país que se encendió desde el 2011 y se vio envuelto en una cruenta guerra civil que en los últimos años ya parecía congelada, volvió a mostrar que las cosas están bastante lejos de estar resueltas.
El mundo casi había olvidado que 500.000 personas murieron desde el 2011 en el fuego cruzado entre el ejército sirio y las fuerzas rebeldes, un saco complejo donde caían desde grupos opositores al régimen de Bashar al Asad hasta los yihadistas más extremistas.
Al Asad, un oftalmólogo que dirige el país desde el año 2000, se vio en el espejo de otros dictadores árabes que habían caído aquel 2011, como Mubarak en Egipto o Gadafi en Libia. Él no pretendía seguir ese mismo destino y optó por una represión brutal que obligó al éxodo a casi seis millones de sirios que huyeron hacia el Líbano, Jordania, Turquía y países europeos.
Pero esa represión vino con apoyo extranjero. La participación clave de Rusia e Irán ayudó al régimen a replegar a los rebeldes, formándose así una alianza estratégica que mantenía a Al Asad en el poder, pero que permitía a Teherán influir en la política del país, ante el enojo de Arabia Saudita y los reinos del Golfo, sus principales enemigos. Rusia, por su parte, ganaba influencia regional y su ayuda militar permitía vigilar la base naval que tiene en Tartús, en la costa mediterránea siria, además de la base aérea de Jmeimim.
El ‘statu quo’ al que se había llegado después de tantos años de guerra se rompió de pronto. A finales de noviembre, el grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham, heredero del Frente Al Nusra, que fue una filial de Al Qaeda en Siria, empezó a avanzar con una fuerza inusitada y a tomar ciudad por ciudad, como un juego de dominó. Su objetivo es llegar a Damasco, la capital, para derrocar a Al Asad, aprovechando que Rusia está enfocada en Ucrania y que los bombardeos israelíes contra Hezbolá, el principal satélite de Irán, han mellado su capacidad de reacción.
Pero ¿lo conseguirán? La respuesta es tan compleja como el tablero de ajedrez en el que se ha convertido el conflicto sirio, por la cantidad de intereses y organizaciones islamistas que han aparecido. Si bien en los últimos años las fuerzas de Al Asad lograron neutralizar a sus opositores, no fueron derrotados completamente. Los diferentes grupos rebeldes, que antes de esta incursión controlaban pequeñas partes de territorio, reciben apoyos que van desde Estados Unidos hasta Turquía, que tiene su propio conflicto con los kurdos, un factor que no es menor en este rompecabezas.