Necesitamos una agenda mínima que trascienda a cualquier gobierno, a cualquiera, sin importar quién esté a cargo o si este es de izquierda, centro o derecha. Ese es un acuerdo al que deberíamos haber llegado hace mucho, es lo mínimo que necesitamos si queremos tener claro qué país queremos. ¿Ocupan los gobiernos parte de su tiempo en ello? ¿Concentran los partidos de oposición al gobierno, parte de su tiempo en construir una agenda común? ¿No debiera ser parte de la naturaleza de los partidos, y de la política, perseguir una mejor sociedad a través de propuestas sin importar si están o no en el poder? ¿Desde cuándo la oposición no construye y ni suma? ¿No debe ser la política, la expresión del servicio a la sociedad?
La crisis institucional de los partidos se debe en gran parte a que no han hecho nada de lo anterior, los partidos no han visto más allá de ellos mismos. Es difícil que alguien se sienta representado por ellos. Hemos perdido la confianza en que la política pueda solucionar nuestros problemas; por el contrario, la nuestra nos ha dado más problemas de los que tenemos como país. Ello debilita aún más nuestras instituciones y nuestra democracia. Nadie ha sido capaz de ponerse de acuerdo en aspectos mínimos como país que apunten hacia dónde vamos.
Los protagonistas de esta campaña electoral, que se inicia con miras a la segunda vuelta, deberían alejar sus discursos de todo aquello que refuerce esa sensación que nos invade. De que la política no sirve y que estar parados dónde están responde más a una suerte de meta personal o a saciar ambiciones y no a trabajo arduo donde ellos son lo que menos importan. Protagonismo e individualismo es lo que menos necesitamos, ese mismo que ha destruido países en América Latina. Discursos de odio, vacíos sin propuestas de fondo, sin propuestas que aterrizan en políticas y reformas verdaderas que beneficien al ciudadano.
Keiko Fujimori y Pedro Castillo podrían empezar poniéndose de acuerdo en no agredirse uno al otro. Necesitamos humildad y también mucha claridad, de quienes no lograron captar la mayoría de los votos: más del 65% no los eligieron. Conseguir reducir la pobreza, por ejemplo, o acercar el Estado a sus ciudadanos, no se logra quedándose en el discurso.
Pero no son los únicos que necesitan dar el ejemplo. También debemos de darlo nosotros. Criticamos la política y no nos damos cuenta que nuestra visión compartida de país no solo no la han logrado ellos, tampoco nosotros. Existen intereses de diversos sectores que se contraponen, cada uno con una agenda propia, algo comprensible, pero lo que no suena lógico si está por encima del bien común. Necesitamos empresarios pro mercado y no pro empresa, necesitamos sindicalistas pro educación y no pro sus propios beneficios.
Volviendo al inicio, construir una agenda mínima que trascienda al gobierno que viene y a los que llegan detrás de él, es algo que un país que busca la estabilidad y el desarrollo necesita. Eso, además, limitaría el accionar populista del próximo Congreso que, a juzgar por la historia, no le imprime esperanza a los cinco años que vienen por delante.