El diario “La Nación” publica en su portal web una entrevista a Tom Sargent, una de las luminarias vivas de la economía. El tema principal de la entrevista, naturalmente, es el control de la inflación en Argentina. Sargent, que recibió el Premio Nobel en el 2011, es el autor de un famoso artículo sobre el final de las grandes inflaciones del siglo pasado en Europa central.
El caso de Argentina, dice Sargent, no es diferente a los demás. Todas las grandes inflaciones comienzan de la misma manera y todas terminan de la misma manera. La manera de acabar con la inflación es dejar de hacer lo que la hizo comenzar; esto es, dejar de tener déficits fiscales. Si bien es cierto que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario (como diría otra luminaria, Milton Friedman), hay que preguntarse qué es lo que lleva a un banco central a imprimir grandes cantidades de dinero. Y la respuesta es: los déficits fiscales, especialmente si son altos y persistentes. La inflación es un instrumento de la política fiscal, que se utiliza para apoderarse de una parte del poder adquisitivo acumulado por la población cuando los impuestos no alcanzan para pagar todos los gastos del gobierno. El culpable de la inflación es el gobierno, que es el que genera el déficit fiscal; el banco central, que imprime el dinero, es meramente un cómplice.
En lo que Argentina sí es diferente a los demás países es en que ha pasado, en el lapso de 120 años, de ser una de las economías más ricas del planeta a ser una de medianos ingresos. ¿Cómo lo hizo? Pues a punta de aranceles y subsidios, dice Sargent; el mismo camino que su propio país está tomando con Joe Biden y con Donald Trump. La interferencia en el normal funcionamiento del mercado entorpece la creación de riqueza. Curiosamente, los países más inflacionarios, como Argentina, son también los que más interfieren en el normal funcionamiento del mercado. Argentina ha acumulado tal cantidad de interferencias a lo largo de los años que hoy tiene un ministerio dedicado a tiempo completo a desmontarlas.
Vale la pena ver la entrevista, que dura poco más de media hora, no solamente para entender lo que está pasando en Argentina, sino también por lo que puede pasar en el Perú si no enmendamos el rumbo en materia fiscal, pues llegará el día en que el gobierno –este o el que venga después– tendrá la oportunidad de poner un cómplice al mando de la maquinita.