Es la historia de siempre. Llegan tiempos difíciles y aparece un líder inesperado. Una mayoría del país percibe que gracias a esa persona hemos superado un grave obstáculo. Ocurrió cuando Fujimori asumió el poder en 1990. Gran parte de la población le atribuyó la superación de la crisis anterior. Luego descubrimos el lado siniestro de su gobierno. En ese momento quien nos pareció liberar de Fujimori fue Toledo. En los días de Fiestas Patrias del año 2000 organizó la Marcha de los Cuatro Suyos. Al año siguiente, ganó las elecciones. Sin embargo, el mismo Toledo se encargó de echar todo por la borda por razones ya conocidas.
Acaba de ocurrir algo parecido. Vizcarra salió de la presidencia hace pocos meses con una popularidad enorme. Ahora, gracias a Carlos Paredes (hay que resaltar el valor de su investigación), el aura del expresidente se ha destruido quizá para siempre.
Esta sucesión de celebraciones y velorios ocurre en todo el mundo. Pasó con el rey Juan Carlos de España. Después de defender la institucionalidad en el golpe del coronel Tejero en 1981, su imagen era intocable. Era el rey quien había instaurado y defendido la democracia española. Hasta que en 2012 Juan Carlos fue fotografiado en Botsuana con un fusil, delante de un elefante muerto. La venganza tardía del animal fue que gracias a ello, se supo de las cacerías privadas entre el rey y su sonriente amiga alemana, Corinne. Algunas revelaciones de dineros sospechosos terminaron de condenarlo.
Si anunciamos que los héroes han muerto, también deberíamos aclarar que los seguimos necesitando. Los que tuvimos en las crisis más recientes en el Perú siguen vigentes: María Elena Moyano, Ketín Vidal, Hubert Lanssiers, Michel Azcueta y otros.
¿Quiénes son o pueden ser los héroes de la guerra de la pandemia? Son muchos aunque aún sin un nombre reconocible. Miles de funcionarios, médicos, y enfermeras que han seguido luchando contra la enfermedad. Hay que resaltar que el proceso de vacunación sigue adelante con ellos, gracias a la labor conjunta del gobierno y de muchas instituciones.
La inmensa mayoría de las personas en la lista de vacunados irregulares tiene una vida normal, que más allá de este episodio, sigue las reglas de convivencia. Hay educadores, médicos, secretarias, diplomáticos, choferes, estudiantes, etc. Gente de toda edad y profesión. Sabemos sus nombres pero aún no los de quienes rechazaron la vacuna. Me pregunto si quienes hoy lanzan acusaciones por un oportunismo político, no hubieran aceptado aplicársela si se las hubieran ofrecido.
La falta es muy grave porque nos recuerda un problema de fondo en todos los estamentos de la sociedad peruana: el culto a los favoritismos y la falta de un sentido de pertenencia. Hubiera bastado alguien con el criterio de enviar esas vacunas al personal médico de primera línea con más edad. Calificada como error, falta ética, delito, la conducta de los involucrados se vio empeorada por el secretismo. Su injusto destino es que este episodio va a ensombrecer el valioso trabajo que algunos realizaron antes.
En la novela “Lord Jim”, Joseph Conrad cuenta la historia de un capitán que abandona el barco cuando piensa que va a hundirse. Sin embargo, la embarcación finalmente se salva por una intervención ajena. Desde entonces, la culpa va a seguir atormentando al capitán Jim. Espero que esta vergüenza sea un don que aún les queda a algunos de los que componen la lista. Hubiera sido mucho mejor para ellos contagiarse pues el virus tiene cura pero el deshonor público, quién sabe. Las noticias de la vacunación en marcha tendrán que servirnos de paliativo a este nuevo velorio moral.