El viernes pasado, el Congreso aprobó la confianza al Consejo de Ministros presidido por Guido Bellido y, como era de esperarse, surgieron diversas interpretaciones sobre este hecho. ¿Cómo evaluar lo ocurrido?
En el análisis político, dos de los errores que considero más frecuentes son, de un lado, confundir la realidad con nuestras preferencias, deseos o temores. En este caso, se analizan los acontecimientos mirando selectivamente solo los hechos que confirman nuestras pre-nociones y se descartan totalmente los que las contradicen. Así, llegamos al segundo error, derivado en buena parte del anterior, que es atribuir complejas y sofisticadas estrategias a los actores (expresado en la equívoca frase “en política no hay casualidades”): cuando se trata de aliados, para resaltar su genialidad, y cuando se trata de adversarios, para denunciar su perversidad. Por lo general, y más en un país con actores políticos tan precarios, las cosas se entienden mejor asumiendo que estos actúan, más bien, sin mayor consciencia de las implicancias que tienen las decisiones que toman.
Hoy se discute mucho sobre el carácter, la capacidad y autonomía del presidente Pedro Castillo frente a otros personajes (especialmente, Vladimir Cerrón), como antes se discutió sobre Ollanta Humala y la tesis de su “captura” por grupos de poder económico, y sobre Alan García y su “alianza” con el fujimorismo. Quien quiere que el personaje se autonomice de alguien o de algo, y no ve suficiente distancia, “denuncia” la existencia de algún tipo de subordinación o extorsión siniestra. En el otro extremo, se apela a la “toma de consciencia” o a la simple convicción para dar cuenta de las acciones.
¿Cómo salir de este embrollo? Creo que un criterio que resulta útil es partir por intentar entender la racionalidad de los actores, que en la política están naturalmente guiados por la búsqueda del poder. En función de ese objetivo, podríamos evaluar si actúan acertada o desacertadamente en función de sus propios objetivos, al margen de si son de nuestra simpatía o no.
Desde este ángulo, el presidente Castillo consiguió un mínimo respiro para su gobierno: mantener a Bellido tiene costos, pero también los tenía cambiarlo. Castillo no está convencido ni listo para intentar un cambio de orientación como el realizado por Humala a los cuatro meses de su gobierno, cuando cambió a Salomón Lerner por Óscar Valdés en la Presidencia del Consejo de Ministros. El no haberlo hecho no expresa necesariamente debilidad, lo que no quita que pueda sustituir en cualquier momento a ministros cuestionados, como ya lo hizo con Héctor Béjar. Bellido tuvo y tiene cuestionamientos, pero logró el voto de confianza, y en sus respuestas ante el Congreso pudo, incluso, pasar a la ofensiva y dejar mal parado a este. Para ello, resultaron claves también las intervenciones de algunos de los ministros más solventes del Consejo de Ministros, como Francke, Cevallos, Cadillo, Maita, Durand, Maúrtua y Sánchez, ninguno de ellos miembro de Perú Libre. Así, ganó también la constatación de la necesidad de contar con un equipo de gobierno más profesional, con ideas mucho más abiertas y convocantes.
Vladimir Cerrón mantiene la influencia sobre buena parte de la bancada parlamentaria, pero claramente la orientación del Gobierno no es la que él quisiera, de allí sus críticas abiertas a decisiones del Gobierno en redes sociales y la iniciativa paralela de recojo de firmas para un referéndum para convocar a una asamblea constituyente. Ganaron también en el Congreso Acción Popular y Alianza para el Progreso, que han demostrado que son quienes realmente tienen el control del Parlamento como centro que inclina la balanza a favor o en contra. El problema es que no parecen ser muy conscientes de ello ni tener una idea clara sobre qué hacer con ese poder. La oposición extremista sumó 50 votos, pero fue derrotada. En todo caso, Renovación Popular, con nueve representantes, parece liderar ese bloque, a pesar de que Avanza País tiene diez y Fuerza Popular, 24.