Decía el escritor francés André Malraux que aquellos que frustran su suicidio rara vez lo intentan de nuevo. La clase política peruana, por supuesto, es una notable excepción. Y es que, no ha pasado ni un mes desde que un grupo de legisladores colocase al país al borde del despeñadero al aprobar la vacancia presidencial de Martín Vizcarra –un trance que solo pudo salvarse luego de un complicado esgrima político que requirió que los pocos legisladores que se habían opuesto a la destitución de Vizcarra recibiesen el respaldo de la mayoría que la había promovido–, para que las preocupantes señales de otra crisis en potencia comenzaran a verse.
Si no, juzgue usted cómo interpretar los siguientes indicios.
Tres días atrás, en una entrevista en RPP, la periodista Mónica Delta le preguntó al congresista César Combina si creía que un sector del Parlamento que perdió poder con la renuncia de Manuel Merino a la presidencia hace tres semanas estaba intentando generar inestabilidad. “Sí, hay grupos que están buscando inestabilidad y esto no es positivo para nadie”, afirmó el vocero de Alianza para el Progreso, para luego detallar, tras la insistencia de la entrevistadora, que “es importante identificar, por ejemplo, en bancadas como Unión por el Perú (UPP) y Podemos Perú alguna posición reactiva”.
En la misma línea, aunque de manera más frontal, el portavoz del Partido Morado, Daniel Olivares, advirtió en la misma emisora que “quieren bajarse a la Mesa Directiva, que es incómoda, porque es una mesa de consenso, de una minoría”. Una denuncia que repitió en sus redes sociales (“está claro que ahora el objetivo es tumbarse a la Mesa Directiva”, tuiteó el 2 de diciembre), acompañada por la noticia –conocida ese día– sobre las dos denuncias presentadas contra el primer vicepresidente del Congreso, Luis Roel (Acción Popular), por parte del congresista Édgar Alarcón, precisamente de las filas de UPP.
Consultado sobre el particular por este Diario, el legislador Roel sostuvo que no todos los sectores del Legislativo veían con “buenos ojos” a la Mesa Directiva encabezada por la congresista Mirtha Vásquez (Frente Amplio) y de la que él, justamente, forma parte. “Esta Mesa Directiva obtuvo 97 votos, eso significa que hay más de 30 congresistas que nos les ha parecido satisfactoria nuestra candidatura, ese grupo puede ser que no nos vea con buenos ojos y, obviamente, están actuando”, explicó. Unas palabras que, inevitablemente, traen a la memoria la reciente campaña de ataques contra la señora Vásquez, espoleada desde las redes sociales por integrantes de la bancada de Podemos Perú, como Cecilia García y José Luna Morales, por no poner en agenda la semana pasada la insistencia del proyecto de ley para la ‘devolución’ de aportes a la ONP (que finalmente se aprobó este miércoles).
Por su parte, en una conferencia con medios internacionales celebrada el jueves, el presidente Sagasti sostuvo que ciertos grupos que “han perdido poder y espacio con este cambio de gobierno” estaban tratando de, a través de mentiras, noticias falsas y distorsiones, minar “las posibilidades de tener una transición ordenada”.
Y así podríamos seguir citando otras declaraciones recientes en el mismo sentido, pero el punto no cambiaría. Por ello, vale anotar desde ya que sería en extremo irresponsable que una facción del Congreso busque deslegitimar y eventualmente derrumbar a una Mesa Directiva y a un gobierno de transición que tanto costaron forjar y que fueron la salida salomónica a una crisis en la que nos sumergió, precisamente, una mayoría parlamentaria. A falta de siete meses para el cambio de gestión, no estamos para soportar que intereses mezquinos y opacos nos pongan de nuevo en el despeñadero.