Ayer, Josef Vallejos Acevedo, jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y Cuidados Intermedios del hospital Arzobispo Loayza, se convirtió en la primera persona en nuestro país en recibir el pinchazo de la vacuna Sinopharm contra el COVID-19. Se inicia, así, la que quizá sea la campaña de vacunación de mayor envergadura e implicancias para el país en sus 200 años de República. Una tarea que será extenuante, pero que no debe dejar espacio para los errores, los aprovechamientos ilícitos, la desinformación ni el oportunismo político.
Curiosamente, el arribo relativamente tardío de la inmunización puede darnos una ayuda inesperada: la de tomar nota de los errores que han cometido otros países al desplegar sus campañas de vacunación para no repetirlos aquí.
Según explicó hace poco el doctor Elmer Huerta, en Estados Unidos –uno de los pioneros en la inmunización contra el COVID-19– el proceso mostró serias falencias al principio en lo que respecta a la logística. “Hay unas colas gigantescas en los lugares en donde se están dando las vacunas porque no tienen suficientes puntos de distribución, tienen colas que van por kilómetros [y] las personas mayores se quedan a dormir en las colas”, explicó. Mientras que la internacionalista Inés Capdevila contaba hace unos días en el diario argentino “La Nación” que países como Francia o Alemania se encuentran retrasados en la inmunización de sus ciudadanos por problemas en “la previsión de todo aquel material que rodea la vacunación: las jeringas, las agujas, los dispositivos logísticos para ponerla en marcha”.
El propio Dr. Huerta, además, explicó a mediados de enero que una buena campaña de vacunación requiere de factores como a) el almacenamiento de las dosis, b) su distribución, c) la disponibilidad de vacunadores y de centros de vacunación descentralizados y d) el registro digitalizado de los que se van a vacunar, entre otros. En el caso peruano, según detalló en conversación con este Diario la expresidenta de Essalud Virginia Baffigo, el eslabón más frágil de la cadena parece ser el de la distribución. “El Minsa tiene mucha experiencia con el manejo de vacunas de diferente índole, también contamos con personal de enfermería, así que el mayor reto es la preservación del material”, alertó.
Según Baffigo, trasladar la vacuna hacia los lugares más apartados del país, en donde operan puestos de salud que no cuentan con el equipamiento necesario para garantizar la cadena de frío, es la tarea que definirá el éxito de la inmunización nacional. Sin embargo, cabe recordar que el Perú ya ha tenido antecedentes de campañas que terminaron bien. Ahí está, cita Baffigo, la que hace unos años inmunizó a medio millón de personas contra el virus AH1N1.
Por supuesto que el reto hoy es de otra envergadura (se apunta a vacunar a 22 millones de peruanos) y, por eso, es imprescindible recalcar algunos puntos.
Primero, que la ciudadanía debe continuar con las medidas de protección (uso de mascarilla, lavado constante de manos, distancia social, entre otros). El inicio de la vacunación no significa, de ninguna manera, el cese de estas. Segundo, que debemos luchar contra todos aquellos que busquen desinformar sobre las vacunas que han llegado y que llegarán en los próximos meses al país. Tercero, que las autoridades deben perseguir a quienes vean en la campaña de inoculación una ventana para cometer ilícitos (ayer, por ejemplo, circuló en las redes sociales una denuncia sobre una persona que, con mentiras burdas, pedía dinero a las personas a cambio de “ser de los primeros” en recibir la vacuna). Y por último, cerrarles el paso a políticos oportunistas que busquen una cuota inmerecida de atención o de mérito por la llegada de las dosis.
El proceso que iniciamos ayer es uno que con toda seguridad deberá culminar la administración que triunfe en las próximas elecciones. Pero nos toca a todos no bajar la guardia y colaborar con las autoridades hasta que estemos a salvo.