Parece broma, pero es una mezcla de tozudez e indolencia: un mes y medio atrás, cuatro parlamentarios viajaron a diversas regiones del país, cerca del Año Nuevo y fuera de la semana de representación (cuya función, de un tiempo a esta parte, parece haber quedado desnaturalizada, pues en esta varios legisladores suelen abocarse a actividades que nada tienen que ver con sus funciones de representantes), con pasajes pagados por el Congreso.
De acuerdo con un informe difundido este domingo por el programa periodístico “Panorama”, los legisladores Flavio Cruz (Perú Libre), Segundo Quiroz (Bloque Magisterial), Rosangella Barbarán (Fuerza Popular) y Nieves Limachi (Perú Democrático) se trasladaron, en efecto, a distintos puntos del interior entre el 27 de diciembre y el 2 de enero pasados a expensas del presupuesto del Legislativo. Es decir, incurrieron exactamente en el tipo de comportamiento que la ciudadanía reprueba de manera sistemática, según revelan las encuestas.
Confrontados por el referido programa, los parlamentarios ensayaron respuestas poco convincentes. Flavio Cruz sostuvo que había viajado a Juliaca para participar en actividades deportivas. Nieves Limachi, que estuvo en Tacna, aseveró que había acudido a un penal “para hacer actividades de Navidad”. Y Segundo Quiroz y Rosangella Barbarán, que se fueron a Cajamarca, no ofrecieron tampoco explicaciones muy sólidas. El primero alegó que lo hizo para realizar “gestiones” cuya naturaleza ahora no recuerda, mientras la segunda (que es representante por Lima y no por la mencionada región norteña) declaró que el periplo le sirvió para sostener un encuentro con jóvenes y abordar con ellos temas de coyuntura. Cabe anotar que Cajamarca es el lugar donde reside la actual pareja de esta legisladora.
A esta lista de congresistas de disposición excursionista habría que agregar a la integrante de la bancada de Perú Libre Margot Palacios, quien el 2 de febrero solicitó licencia de sus responsabilidades para acudir a un “Encuentro latinoamericano contra el genocidio y dictadura del gobierno de Dina Boluarte”, celebrado el 12 de este mes en Ginebra, Suiza. En su caso, aparte de la falsedad de las premisas bajo las que se convocó la reunión, lo grave fue su determinación de ausentarse del país mientras el pleno tenía y tiene entre manos asuntos tan importantes como el eventual adelanto del calendario electoral.
Por añadidura, en tanto todo esto sucede, una encuesta nacional de Ipsos divulgada este último domingo revela que la desaprobación del Parlamento alcanza un 82% (y la aprobación solo un 11%): una cifra que alarma, pero no sorprende.
Es cierto que los Legislativos son impopulares en todas partes del mundo y que su trabajo no siempre es comprendido por las mayorías, pero el escenario que tenemos aquí es distinto. De una manera u otra, los parlamentarios que nos ocupan le han sacado provecho al cargo en momentos en que la ciudadanía está particularmente irritada con el poder del Estado al que ellos representan. Y no es que hablemos de políticos ignorantes de la existencia de esa repulsa (las encuestas, como decíamos antes, la registran mes a mes), sino que simplemente son indolentes frente a ella. Practican, por así decirlo, una nueva forma de inmunidad parlamentaria: la de hacer oídos sordos al clamor de sus electores mientras hacen maletas.
Quizás ellos no se hayan enterado, pero cuando un sector importante de la población grita: “¡Que se vayan todos!”, no está reclamando precisamente que se vayan de viaje…
Lo peor de todo, además, es que de manera intencional o no, estos congresistas les están haciendo el juego a quienes buscan manipular el hastío de los peruanos frente a la desconexión de sus gobernantes con sus necesidades para sembrar el caos y traerse abajo la precaria institucionalidad del país.
El hecho de que ellos insistan en no escarmentar, por otra parte, no quiere decir que no deban recibir sanción. Pedírsela a sus bancadas quizás sea demasiado iluso, pero los electores no deben olvidar estos episodios por si algún día ellos deciden solicitarles otra vez el voto.