“La mujer es tan destructiva y despiadada a la hora de mezclar sus rencores y egoísmo, no veo [a] ninguna lesbiana ni gay que organiza una movilización”. “Si no puedes manejar [a] una mujer, cómo diablos piensas administrar una empresa”. “Si alguien te escribe ‘Hola, amigo’ por WhatsApp o alguna red social no contestes por nada del mundo por seguridad pasadas las 8:00 p.m., y peor si es mujer”. Estas y otras frases de peor gusto (que por respeto a nuestros lectores no podemos reproducir aquí) fueron escritas por el presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido. La misma persona que ayer, en una actividad de corte surrealista, fue reconocida por un grupo de mujeres en Palacio de Gobierno.
Según el diploma entregado por el Foro de Mujeres del Mercosur, a Bellido se lo reconoció por “su absoluto compromiso de trabajar para todas/os los peruanos”… una curiosa condecoración tratándose de quien hasta hace no mucho destilaba litros de misoginia y homofobia en sus redes sociales. Tomando en cuenta, además, que hablamos de una organización que en su página web asegura trabajar, entre otros, para “promover el liderazgo de la mujer” o “mejorar la condición de la mujer”, y que algunas de las asistentes afirmaron que el reconocimiento al primer ministro era “por el respeto que siempre nos ha demostrado y por el compromiso que él tiene con nosotras”, el lauro suena a una broma de mal gusto.
Y subleva aún más si recordamos que la semana anterior el ahora homenajeado fue denunciado por una congresista que contó que le espetó frases machistas –”anda cásate” y “ahora solo falta que te violen”–, y que el propio Bellido, en una entrevista televisiva, tuvo el desparpajo de recomendarles a las mujeres que denuncian acoso en el país a que piensen primero en los ‘hijos’, ‘padres’ y ‘esposos’ de sus agresores.
Con todos estos ‘antecedentes’, la ceremonia que tuvo lugar ayer luce más bien como una provocación directa para toda la ciudadanía y, en particular, para las mujeres a las que el Ejecutivo agravia a diario con la permanencia en el puesto de alguien que encarna todas esas taras que, como país, debería de avergonzarnos encontrar en un servidor público del más alto nivel.
Porque, en honor a la verdad, la burla para el Perú no empieza solo con el diploma (ni, por supuesto, se agota en él), sino con la circunstancia misma de que Bellido se siga manteniendo en el cargo a más de un mes de haber sido nombrado. Cada semana, las razones por las que debería dejar el puesto aumentan y, con ella, la vergüenza de quienes, como el presidente Pedro Castillo, lo designaron y de otros que, como los parlamentarios, le concedieron la investidura.
Además, la presencia de Bellido en el Ejecutivo y las deshonras que cada semana le propina a la imagen de la Presidencia del Consejo de Ministros le hacen perder el foco al país de cuestiones más importantes, como la inacción del Gobierno en campos claves (la falta de ratificación de Julio Velarde en el BCR hasta hoy solo aviva el mal perfil que esta administración les sigue mostrando a los agentes económicos en un momento crítico) o las tropelías del oficialismo a todo nivel (los nombramientos de funcionarios controversiales no se han terminado y, desde el Congreso, la bancada de Perú Libre ya ha presentado un proyecto de ley para modificar la Constitución a fin de incorporar la figura de una asamblea constituyente).
De más está decir que, desde el Ejecutivo o el Parlamento, no faltarán las voces que traten de minimizar este episodio, como han intentado hacer ya con otros muchos más graves hasta llegar al ridículo con tal de evitar criticar al ministro Bellido. ¿Cuánta ignominia y burlas más debe soportar el país para que nuestros representantes se convenzan de removerlo del puesto? Sobrecoge tan solo pensar en la respuesta.