Ayer comentábamos en este espacio que la foto que se había difundido el último fin de semana en la que se aprecia al presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, posando al costado de la imagen de una de las “escuelas populares” de Sendero Luminoso –en la que asoma un fresco de Abimael Guzmán– debía ser leída dentro de un contexto más amplio.
¿Cuál era ese contexto? Uno en el que el jefe del Gabinete había exhibido hasta hace no mucho en sus redes sociales desde su “homenaje” a Edith Lagos, una de las más conocidas integrantes de la sanguinaria secta, hasta su simpatía por ideas que no habrían desentonado entre las huestes que marchaban bajo la enseña de la hoz y el martillo (“el poder se conquista a través de la violencia”, escribió, por ejemplo, en el 2014). Así, el problema no era solo la foto, sino todo el carrete de imágenes que mostraban al actual primer ministro como un apologeta del senderismo y de algunas de las más perversas ideas que sus discípulos intentaron imponer a sangre y plomo hace más de tres décadas.
Pues bien, como para no perder la costumbre, ayer se conoció que un grupo de personas ingresó en la mañana a la sede de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) ubicada en Palacio de Gobierno para visitar a Bellido. Entre los visitantes, un nombre captó la atención de la prensa: el de César Tito Rojas.
Tito Rojas es integrante del Movadef, el colectivo heredero de Sendero Luminoso que defiende tesis tan disparatadas como la de que Abimael Guzmán es un “preso político”. A fines del 2010, Tito Rojas participó como presidente del comité electoral en el primer Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Movadef, en el que la organización eligió al ya extinto Manuel Fajardo y a Alfredo Crespo, abogados de Guzmán, como sus autoridades.
Bellido, por su parte, ha negado que hubiese recibido a Tito Rojas, pero la circunstancia de que el nombre de este último aparezca en el libro de visitas de la PCM indicando que el funcionario al que iba a visitar no era otro que el presidente del Consejo de Ministros sugiere que algún tipo de autorización tuvo que haberse dado.
Por lo demás, el primer ministro no sería el primer integrante del Gobierno que les habría abierto las puertas de una oficina estatal a los herederos políticos del senderismo. Semanas atrás, por ejemplo, trascendió que el titular de Trabajo, Iber Maraví, había recibido en la sede del Ministerio que encabeza a dirigentes o adherentes del Movadef en su fallido intento de inscribirse como partido político en el 2011. Sobre la relación de Maraví con Sendero Luminoso, como sabemos, hay más certezas que dudas.
En esta extraña dinámica de visitas, el presidente Castillo tampoco se queda atrás. En agosto pasado, “Panorama” reveló que profesores del Fenatep, gremio que tiene dirigentes ligados al Movadef, ingresaron a Palacio para reunirse con el jefe del Estado utilizando, además, la falsa etiqueta de funcionarios del Ministerio de Energía y Minas. Algo parecido sucedió ayer, cuando el ya mencionado Tito Rojas se presentó en la PCM como representante del Sutep (una representación que el Sutep ha negado).
Todo esto ocurre, por cierto, sin escuchar una palabra al respecto del mandatario. Peor aún, el último lunes, en su mensaje a la nación –emitido cuando el recuerdo de la foto de Bellido posando al costado de los senderistas estaba fresco–, el presidente no dijo una palabra sobre los graves indicios que vinculan a dos de sus ministros con los legatarios del terror. Su mención al Gabinete Ministerial se redujo a recordar que sus integrantes están “en constante evaluación” y que “sus resultados hablarán por ellos”.
Para el caso de Bellido y Maraví, no obstante, sus acciones, simpatías y visitantes parecen ya haber hablado bastante por ambos. Y si al presidente esto no parece incomodarlo, correspondería que el Congreso asuma la responsabilidad que la Constitución le demanda y que hace poco escamoteó vergonzosamente.