En los últimos 30 años, el modelo económico vigente ha traído consigo mejoras en todos los indicadores de bienestar ciudadano. Sin embargo, buena parte del crecimiento conseguido no se tradujo en mejoras visibles para muchísimos compatriotas, cuyas condiciones de vida se mantuvieron prácticamente iguales a pesar del abultamiento de los ingresos del Estado. Y los responsables de que ello haya sido así son las autoridades que hemos elegido para liderarnos, que simplemente no han sido capaces de traducir ese dinero –fruto del manejo responsable de nuestra economía– en servicios de calidad para los ciudadanos. En fin, en muchas ocasiones el problema no es la falta de plata, sino que esta se queda sin ser gastada y, en consecuencia, las necesidades sin ser satisfechas.
Con dos partidos enfrentándose para hacerse de la Presidencia de la República, una de las principales exigencias para los candidatos tendría que ser que esta situación encuentre remedio y que el sector público ejecute de manera eficiente los recursos obtenidos del esfuerzo de todos los peruanos. Sin embargo, un vistazo a cómo se han desempeñado en el poder Perú Libre y Fuerza Popular sugiere que las opciones de mejora son un tanto remotas.
Como informó ayer este Diario, muchas de las municipalidades administradas por ambas agrupaciones han reportado poca ejecución presupuestal, con porcentajes menores al 85% recomendado por el Ministerio de Economía y Finanzas. El partido del lápiz, por ejemplo, controla cinco alcaldías provinciales y 29 distritales. En promedio, en el 2020, las primeras solo ejecutaron el 57,9% de su presupuesto, mientras que las segundas solo el 68,4%. Además, si a esto se le añade que el fundador de este grupo, Vladimir Cerrón, dejó de ser gobernador regional de Junín por los cargos de corrupción en su contra y el hecho de que se le investiga por colusión en obras de electrificación, la ofensa aumenta.
En el caso de la agrupación naranja, por otro lado, la situación también es lamentable. El fujimorismo encabeza tres alcaldías provinciales y 46 distritales y, en el 2020, el promedio de ejecución de las primeras fue de 47,5% del presupuesto y, en el caso de las segundas, de 65,8%.
Muchos factores pueden servir para explicar por qué no se llega a administrar el dinero de forma eficiente, especialmente por parte de municipios en los que las necesidades de los ciudadanos son más nítidas. Como dijo el especialista en políticas públicas Flavio Ausejo a este Diario, “los partidos tienen prácticas para ganar una elección, pero no está institucionalizada una ‘escuela’ en donde les enseñen qué tienen que saber una vez que son gobierno”. En pocas palabras, algunos partidos están más comprometidos con aumentar el alcance de su poder que en preparar a sus afiliados para hacer uso correcto de este una vez que lo obtienen. Esta es una irresponsabilidad que habla muy mal, sobre todo, de los partidos y movimientos que tienen muchos años tentando cargos de elección popular.
Eso es lo que parece ocurrir con Fuerza Popular y la ironía está en que es muy probable que esta desidia les haya costado votos, precisamente en los lugares en los que antaño ganaron municipios. De hecho, en la primera vuelta, Pedro Castillo superó a Keiko Fujimori en las tres provincias donde su agrupación logró colocar alcaldes (Yauyos, Bolívar y Sánchez Carrión) y donde la ejecución presupuestal no llegó, en promedio, ni al 50%. Asimismo, de las 46 alcaldías distritales lideradas por la agrupación naranja, la candidata al sillón de Pizarro solo logró ganar en 22 y el aspirante de Perú Libre se hizo de más del 70% de las 24 circunscripciones restantes.
En general, las credenciales de los partidos que competirán en el balotaje, en lo que concierne al uso del dinero que se les asigna para satisfacer las necesidades de sus votantes, deja mucho que desear.