Si las próximas elecciones generales del 2026 resultan en un completo caos debido a las docenas de partidos en competencia, la mayor responsabilidad recaerá sobre el actual Congreso y su renuencia a ordenar el tablero electoral.
Según un informe publicado ayer en este Diario, a la fecha existen 39 partidos políticos con inscripción vigente en el Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Otros 29 buscan la luz verde para participar también en los siguientes comicios. Para dos de cada tres de los grupos habilitados, estas serán sus primeras elecciones. La inexperiencia política –individual e institucional– será la regla. El PPC, el Apra y Acción Popular pondrán la cuota histórica.
Los escenarios que estos números posibilitan son preocupantes. La situación es tal que resulta matemáticamente posible, por ejemplo, que ningún partido pase la valla del 5% de votos válidos, o que uno o dos partidos sean los únicos que, por pocos puntos, pasen la valla, y conformen el 100% de ambas cámaras del Congreso a pesar de tener una baja votación. Estos escenarios absurdos son técnicamente posibles gracias a una cancha en extremo fragmentada. Incluso, desde un punto de vista logístico –campaña electoral masiva, ciudadanía confundida, cédula de votación barroca, conteo de votos en mesa complejo, etc.–, el panorama es terrible.
Aún hay tiempo para evitar una andanada de candidatos, pero los incentivos deben estar bien estructurados. La semana pasada, por ejemplo, la Comisión de Constitución del Congreso aprobó un dictamen para elevar un punto porcentual (de 5% a 6%) cualquier alianza electoral “indistintamente del número de partidos políticos” que la integren. Podría no ser suficiente, pero la iniciativa apunta en el camino correcto de promover menor fragmentación y, con ello, quizá, mejor representación y gobernabilidad. El proyecto aún tiene que pasar por el pleno y no está claro que llegue a los votos requeridos, en parte por haberse sumado esta idea en una fórmula legal que incluye varias otras cuestiones electorales.
Los comicios generales del 2021, con 18 partidos en lid, demostraron ya las consecuencias de la atomización del voto, con dos candidatos presidenciales que pasaron a segunda vuelta a pesar de que entre los dos no sumaban ni un tercio del total de votos válidos. Esta vez la mano viene casi cuatro veces peor si no se toman medidas urgentes. Es perfectamente previsible; todos los estamos viendo venir en cámara lenta. ¿El Congreso también?