Viene del bajo latín hispánico amarellus, y este del diminutivo del latín amārus ‘amargo’ (DLE 2014). En la lengua general se aplica al color semejante al oro, a la persona de piel amarillenta, al trabajador que defiende los intereses del Gobierno, etc. En el Perú y Cuba, amarillo, -a es, además, equivalente de esquirol, es decir, ‘persona que no se adhiere a una huelga’. Parece exclusivo de nuestro castellano, el uso de amarillo como ‘perteneciente o relativo a un diario sensacionalista’ (que en la lengua general se califica de amarillista).