Esta locución nominal, más usada en masculino, significa en nuestra lengua familiar ‘persona insignificante’. Este sentido de hijo de cura se explica por su primaria condición sacrílega. La pronunciación –para más oprobio– se hacía en cuatro sílabas: hijo‘e cura. Véase esta cita de Bryce en El huerto de mi amada: “... se besuquearon [...] durante todo el trayecto entre el aeropuerto y el huerto, como si uno fuera hijo de cura, oiga usted, habrase visto...” (Barcelona 2002, p. 251).